¿Por qué un intendente de un pueblo se traslada cerca de 20 kilómetros con una nena indigente que sufrió quemaduras en el cuello y la cara? ¿Por política, por solidaridad o porque se cansó de las exclusiones en materia de salud? Cualquiera que sea la causa, es cierto que la necesidad de asistencia se ha multiplicado en los últimos años. "La salud pública está desbordada", fue la frase repetida de varios médicos de los hospitales consultados ayer por La Capital. En el Hospital Provincial de Rosario el presidente comunal de Alvear, a pesar de que logró que la niña fuera bien atendida, tuvo que deambular por espacio de más de media hora hasta conseguir un medicamento para la pequeña Carina. No hubo mala voluntad de nadie, sino mucha gente que requiere ser atendida. En las galerías de algunos pabellones del Provincial hay ubicadas camillas con pacientes. En el área de pediatría, las habitaciones están todas ocupadas y también en el pasillo hay internados pequeños, incluso con suero. La farmacia hospitalaria es un hormiguero de gente esperando retirar un medicamento. Un ascensor no funciona, las escaleras están más que sucias, en algunos casos quizás sea por el gran número de pacientes que diariamente las transitan. Los pobres de siempre y los nuevos pobres se suman en cada rincón esperando ser atendidos, algunos acostados en el suelo, otros durmiendo en un banco o en un hueco. "Es el colapso y por suerte el frío, por ahora, aflojó", dijo un anciano mientras esperaba en una camilla ir a radiología. C. P.
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