Paola Irurtia / La Capital
El acta policial por el ataque a balazos que le ocasionó una perforación de intestino a Julián Antonio Fabio, de 23 años, nunca llegó al despacho del juez Osvaldo Barbero. El muchacho se encontraba junto a familiares y a un grupo de vecinos en la esquina de Caoba y Previsión y Hogar, en barrio Las Flores, cuando sintió un disparo de arma de fuego en el abdomen que lo dejó desplomado en el suelo. Junto a él, los hermanos Héctor y Rubén Pinto recibieron heridas de perdigones de plomo en el abdomen. Los tres fueron intervenidos quirúrgicamente en el Hospital Clemente Alvarez, por lo cual sus daños deberían investigarse como lesiones graves. La familia Pinto nunca realizó una denuncia y no les consta que la Justicia esté investigando los ataques. Fabio, en cambio, se contactó con una abogada y su caso desnudó en el Tribunal una grave irregularidad en el accionar policial (ver nota aparte). Los tres jóvenes se encontraban a unos 200 metros de un grupo de vecinos que se convocaron sobre avenida Circunvalación y el acceso este a Oroño. Alcanzaron a ver que llegaron móviles policiales y uniformados en un Volkswagen Gol color gris. Luego sintieron los disparos. Fabio recibió un disparo efectuado con un arma 9 milímetros que le perforó los intestinos. Fue atendido en el Hospital Roque Sáenz Peña, y luego fue trasladado al Heca, donde lo operaron de urgencia. Estuvo internado 5 días. El proyectil le quedó alojado cerca de la cadera y en ocasiones el dolor es tan grande que le imposibilita caminar. Está impedido de hacer trabajos que demanden esfuerzo físico a raíz de las lesiones, ya que el proyectil le ocasionó cinco heridas internas. "Perdí la oportunidad de trabajar en el puerto porque no puedo hacer fuerza", contó. La semana pasada comenzó a cobrar el subsidio para jefas y jefes de hogar desocupados. Rubén Pinto, de 18 años, recibió tres disparos de perdigones de plomo. Dos en el abdomen, que le quedaron alojados en la cintura, y uno que le atravesó el pie. También permaneció cinco días internado. Su hermano Héctor tiene una gruesa cicatriz que le surca el abdomen, donde lo alcanzó un perdigón de plomo. El proyectil le atravesó el tronco y quedó alojado en la nalga derecha. Los médicos le explicaron que la extracción podría condicionar su actividad como futbolista, que continúa practicando con regularidad. Julián Antonio Fabio quedó desocupado en octubre del año pasado, cuando se cumplió el contrato del Plan Trabajar por el cual se desempeñaba en el Servicio Público de la Vivienda. El día en que se iniciaron los saqueos en Rosario Fabio comenzó temprano a recorrer negocios del barrio Las Flores, donde vive con su esposa y su hija de 3 años, en busca de los sitios donde anotaban para recibir cajas de alimentos. De uno volvió con su documento en la mano porque "estaban preparando un saqueo", dijo. Más tarde, frente a la casa de su tío, vio como la policía corría efectuando disparos de bala de goma a un chico menor de edad hasta adentro de su casa, donde estaban sentados los padres y la abuela. Cerca de las 17, una gran cantidad de personas se reunió a metros de Circunvalación y Oroño. El tumulto era grande y Fabio, con un tío, su hermano y otros conocidos se acercaron a unos 200 metros, en el cruce de las calles Previsión y Hogar y Caoba, a tres cuadras de su casa, para ver quéocurría. A metros de Fabio se encontraba Héctor Pinto, un muchacho de 20 años que juega desde hace cuatro y ahora está en la 4ª de Rosario Central. El hermano menor de Pinto, Rubén Darío, de 18, había salido temprano del barrio en bicicleta hacia la obra donde trabaja como albañil. Terminaron la jornada una hora antes que de costumbre, a las 16, porque los familiares le advirtieron que el barrio estaba cercado por policías y temían que no pudieran llegar a su casa. Rubén encontró a su hermano en la esquina de Caoba y Previsión y Hogar y se detuvo también a ver que ocurría sobre Circunvalación mientras su mamá lo esperaba con el mate listo. Fabio sintió que algo rasante pasó sobre su cabeza, que movió las hojas de los árboles y enseguida un golpe en el abdomen que lo desplomó en el suelo. "Me decían que tenían que ser balas de goma pero yo estaba seguro que era de plomo porque sentía un ardor, como un fuego, adentro", contó. El muchacho pudo correr un par de metros y colgarse de la bicicleta de un primo que lo trasladó hasta su casa, a unos 150 metros. En la misma casa recibieron a los dos hermanos Pinto mientras esperaban que un auto llegue para trasladarlos a un hospital. "Tuvimos que correr un poco, porque si nos quedábamos ahí no sabíamos si iban a quedar vivos", contó Héctor.
| |