Fernando Toloza - Valeria Krupick
Elena Ferrari es un referente de la música clásica. Desde fines de los años cuarenta atiende a los melómanos de Rosario. Primero lo hizo como empleada de la Casa Calabrese y desde el 1968 como dueña de Centro Musical, la disquería de la Galería Rosario, única dedicada por completo a la música clásica. Consultada por compañías discográficas nacionales para confeccionar sus catálogos de clásicos, Ferrari asegura que siempre estudió para estar a la altura de la demanda, y cuenta cómo fue el paso de la música por los distintos formatos, desde el viejo disco de 78 revoluciones hasta el compacto. -¿Cuándo empezó a trabajar en el mundo de los discos? -En 1949, en la casa Andrés Calabrese e Hijos, en Santa Fe 1225. Empecé allí porque había sido alumna de la esposa de Calabrese en la escuela primaria y cuando necesitaron a alguien me llamaron a mí. Estuve en Calabrese hasta 1968, cuando puse mi propia disquería, aquí en la Galería Rosario. -¿Cómo se interesó por la clásica? -Calabrese era una casa de música completa, que vendía instrumentos y partituras. Un día decidieron que también querían vender discos. Trajeron un camión lleno de discos y me dijeron: "Acomódelos", pero nadie me dijo cómo. Así empecé. A mí siempre me había tirado lo clásico, pero igual sentía que me faltaba algo y me puse a estudiar mucho porque no me gustaba que me hicieran una pregunta y no saber contestarla. -Con más de 50 años en la actividad vivió todos los cambios de formato, ¿cuál fue el más complejo? -Al principio los cambios fueron leves. El paso del disco de 78 al long play fue suave. El pasaje del long play al compacto fue, en cambio, drástico. Tuvimos que ponernos a tono volando y cambió mucho la estructura de las disquerías. Otro cambio enorme fue que con el CD se pudo rescatar mucho material y se completaron catálogos. En compactos, hoy prácticamente no falta nada. Con el CD se han descubierto compositores que no imaginábamos, o que conocíamos por los libros, y no por grabaciones. -¿La tentaron alguna vez para trabajar en Buenos Aires? -Había dos compañías que me consultaban cuando tenían que hacer catálogos clásicos y no sabían qué comprar. Me mandaban los listados para que yo eligiera. Aún hoy tengo clientes de Buenos Aires. Un día un señor que venía a comprar para unos amigos me dijo que había curiosidad en Buenos Aires por saber dónde compraba yo. Y yo compraba en Buenos Aires. -¿Hacía prevalecer sus gustos a la hora de aconsejar a las compañías? -En ese caso a mi gusto lo dejaba al margen. Les proponía comprar el material que no estaba en el mercado y que yo sabía que se iba a vender. Porque hay compositores que no se venden. De los períodos barroco, romántico y clásico se vende todo. Pero los compositores de lo que se llamaba siglo XX se venden menos. La música electrónica, por ejemplo (Karlheinz) Stockhausen, no se vende en la proporción que se venden los clásicos, románticos o barrocos. Incluso de (Arnold) Schoenberg se compra poco. -¿Qué cambió, hablando de música clásica, en el gusto de la gente en las últimas décadas? -Cuando yo trabajaba en Calabrese a (Gustav) Mahler era poca la gente que lo conocía. Ahora es un compositor muy importante que no falta en ninguna discoteca, pero en los 50 me preguntaban quién era. En esa misma década se vivió el auge de (Antonio) Vivaldi. El cine, por su parte, siempre puso de moda a compositores, como pasó con el "Bolero" de (Maurice) Ravel. Ahora estamos con el "efecto Mozart". -¿Qué es el efecto Mozart? -En Alemania hay un médico al que llaman Amadeus. Descubrió, según dicen los diarios, que Mozart escribió su música en una frecuencia determinada y asegura que si las personas escuchan la música en esa misma frecuencia logran que se les reconstituyan las neuronas que se van perdiendo por la edad. Es decir, ayuda a la memoria. Obviamente, esto hizo que se venda muchísimo a Mozart en los últimos tiempos. -¿Siempre existió la costumbre de que las disquerías pongan un parlante afuera y pasen música? -Sí, aunque en Calabrese no se acostumbraba, porque como también se vendían instrumentos la música podía molestar cuando se probaban. Pero en todas las disquerías se hacía y se sigue haciendo. -¿Cómo organiza la música que va a pasar? -Sobre la marcha. Lógicamente, a la mañana jamás voy a poner a (Richard) Wagner. Para esa hora elijo Chopin, Vivaldi o Paganini, siempre algo que caiga bien. Y por supuesto también atiendo a lo que hay que pasar por promoción, aunque si no me gusta, no lo escucho. Por otro lado, lo que me sorprende hoy es cómo sabe la gente muy joven de música clásica. Me da la impresión de que conocen más que en otras épocas. Antes sólo los mayores de 30 se interesaban por los clásicos. -¿Qué prefiere escuchar? -Opera. He ido a Chile a ver ópera y a Uruguay a verlo a Pavarotti. Pero mi amor, que nunca se va enterar, es Plácido Domingo. En una época venían a Rosario artistas de un nivel estupendo. Ahora, por razones económicas, ya no se puede. Inclusive los clientes vienen a consultar y a ver, pero ya no compran como antes. Aparte tenemos en contra Internet y la piratería, a la cual nadie combate. -¿Alguna vez estuvo prohibido algún compositor clásico? -En una época prohibieron a Atahualpa Yupanqui, Horacio Guarany, Alfredo Zitarrosa y Violeta Parra, pero de clásica no hubo prohibidos, con excepción de la ópera "Bomarzo", de Alberto Ginastera. Fue durante el gobierno de Onganía. A la esposa de éste le dijeron que bailaban desnudos en el Colón y entonces no permitieron que la obra se estrenara, ni que se vendiera la música. Pero como con todo lo prohibido, la gente la buscaba más. Después, en el año 73, con la vuelta de un ex presidente prohibieron la venta de la "Marcha de la libertad", porque eso representaba la revolución del 55. Y después de la guerra con Inglaterra, con Galtieri se prohibió la venta de "La marcha de las Malvinas". Con una carta la empresa sugirió retirarla de la venta y devolverla. Les respondí diciendo que las había vendido todas, aunque me quedaban algunas. Así que al no poder venderlas, cuando venía a gente a buscarla yo se la regalaba. -¿Qué música no pasaría? -En general me gusta toda la música, menos la metálica. Hay otras que no me gustan pero las respeto y respeto el gusto a los clientes. A veces vienen clientes de clásica que escuchan algo popular y me ponen mala cara, pero no todos debemos tener el mismo gusto. Eso es algo que aprendí con los años. Cuando Waldo de los Ríos arregló música clásica para el folclore todos despotricaban contra él, y yo también. Pero cuando un cliente que llevó algo de De los Ríos volvió a buscar el original de la obra arreglada me di cuenta de que yo estaba equivocada. De los Ríos hizo que la gente se interesase por lo clásico y eso fue algo muy valioso.
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