Año CXXXV
 Nº 49.511
Rosario,
domingo  16 de
junio de 2002
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La lejana época de oro de los ingenieros navales

En aquel tiempo, antes de este país, el de ingeniero naval no era mal oficio. Aunque muchos de los barcos que entraron en servicio a principios del siglo XX provenían de astilleros extranjeros, la mayoría de ellos ingleses, pronto se desarrolló la industria naval argentina. En La Boca, sobre todo, los astilleros empleaban a numerosos profesionales y a miles de técnicos y obreros en el diseño y la construcción de embarcaciones fluviales y de alta mar. Entre algunos nombres de esas naves hechas en estos pagos, como el Anita Berthé, de 1902, están otros con sabor a ópera que salieron del astillero boquense Castellani&Solazzi: La Forza del Destino, Otelo, La Bohème, Giussepe Verdi, La Traviata, La Favorita, todos diseñados para pasar los rápidos tortuosos del Alto Paraná y bajar hacia el Río de la Plata con cargas de yerba y de madera de pino. Desde 1945 hasta la década de 1980, varios astilleros privados construyeron centenares de barcazas de empuje para las flotas estatales, diseñadas para cargas secas y líquidas. Muchas de esas embarcaciones, hoy en manos privadas, pasan aún frente a las costas de Rosario.


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