Año CXXXV
 Nº 49.510
Rosario,
sábado  15 de
junio de 2002
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Sí, ya me acuerdo. "La gente me decía que yo era parte del inventario del teatro"
Oscar López fue conserje de El Círculo desde los 60
Desempeñó todas las tareas: acomodador, claque, actor y mucho más

Fernando Toloza Valeria Krupick

Oscar López trabajó por más de tres décadas en el teatro El Círculo y se jubiló a fines de abril pasado. Hizo un poco de todo, desde conserje hasta acomodador y utilero, además de actuar en más de una de las óperas que se representaron en la sala de Mendoza y Laprida y encargarse de las visitas guiadas. Definido por la gente del ambiente como "una institución dentro de otra institución", López dijo que su vida está indisolublemente ligada al teatro: "La gente siempre me decía que yo era parte del inventario del teatro", recuerda hoy, alejado por la jubilación de un edificio al que conoce como pocos.
-¿Cuándo y cómo empezó a trabajar en El Círculo?
-Empecé en el año 68. Yo era de la claque, la gente contratada para aplaudir en los espectáculos, algo que se usaba mucho antes. Al irse un empleado que era el encargado del teatro, el administrador me convocó para trabajar en ese puesto.
-¿Cómo era trabajar en una claque?
-Eramos un grupo de gente regida por el señor Roque. Nos daban un palco para aplaudir a las figuras que necesitaban y Roque nos indicaba cuándo hacerlo. Después la compañía arreglaba con el señor Roque y nosotros veíamos el espectáculo gratis. Ese era nuestro pago. Había muchas compañías de España e Italia que requerían el aplauso y ahí estábamos nosotros y el señor Roque.
-¿Su familia tenía alguna relación con el teatro?
-Siempre quise mucho al teatro. Mi tío Justino Corrales fue bailarín y coreógrafo de las revistas españolas que vinieron a Rosario en el año 34, y cuando las compañías se fueron, él se quedó. Después estuvo veinte años como coreógrafo en boite Marina, que estaba donde está ahora la oficina de Rosario Central, en la calle Mitre.
-¿Nunca lo tentó actuar?
-He actuado muchas veces, en las óperas que se hicieron en El Círculo y tuve algunos grupos folclóricos, como el Ballet Corrales, con coreografía de mi tío. Después de un montón de giras con la danza, dejé y empecé como empleado del teatro.
-¿Qué otras cosas hizo en el teatro además de actuar y ser conserje?
-He hecho de todo: de conserje, de boletero, de acomodador, de administrador por unos días, de portero, boletero, maquinista, utilero, guía y hasta de calderero, porque he prendido la caldera del teatro más de una vez. Y después también estaba encargado de los camarines y de recibir a los artistas.
-¿Qué cambió en el trato con los artistas desde los sesenta?
-No mucho, siempre tuve un trato muy ameno. Cuanto más categoría tiene un artista, más sencillo es. También conocí a muchos que eran bastante embromados y meticulosos pero siempre conseguí tener una buena onda con ellos.
-¿Cuál le resultó el más complicado?
-Julio Bocca. Es alguien muy cuidadoso de su intimidad. El no se daba con nadie y la única persona que lo atendía era yo. El quería que yo le cuidase el camarino. También Lola Flores tenía lo suyo.
-¿Cómo era un día suyo en el teatro?
-Empezaba a las ocho de la mañana, abría las oficinas para las secretarias, prendía las estufas y abría la puerta del teatro para los boleteros. Después iba a hacer diligencias al correo y a los bancos. A la tarde descansaba hasta las tres, hora a la que volvía y cuando había función me quedaba hasta la una de la mañana para cerrar todo. Cumplía mis ocho horas más las tres o cuatro que podía llevar la función. Mucha gente me solía decir que yo era como una columna del teatro, parte del inventario.
-¿Nunca lo tentó la vida nocturna?
-Sí, me gusta mucho la noche. Quizá se deba a que trabajé mucho de noche en las boites y después entré al teatro, que también tenía horario nocturno. Cuando empieza la noche, me siento feliz.
-¿En qué boite trabajó?
-En la Paradise, que estaba donde está el cine Atlas (Mitre al 600), hoy cerrado.
-¿Cómo afectaban los gobiernos militares la atmósfera del teatro?
-La gente tenía mucho miedo. A la noche nadie quería salir y llegaban al teatro en auto, nadie quería ir a pie, como pasa ahora. Por la época del gobierno de Onganía yo vivía en Alem e Ituzaingo, donde está la Escuela de Cadetes de Policía, y casi todas las noches me paraban para pedirme documentos y saber de dónde venía. Era una disciplina militar. Ahora eso no está pero igual hay temor en la gente, sobre todo temor a que le roben, y eso hace que muchos dejen de ir al teatro. Los tiempos siempre vuelven.
-¿Se acuerda del Rosariazo?
-Me acuerdo que tuvimos que cerrar el teatro porque se armaron unos piquetes que sacaron el quiosco de diarios de la esquina del teatro y lo pusieron en el medio de la calle. Esos días nosotros justo teníamos un congreso de traumatólogos, y muchos médicos se quedaron un buen tiempo encerrados, sin poder salir por el miedo a la situación.
-¿Qué mostraría de Rosario a alguien que viene por primera vez a la ciudad?
-Sin dudas, el Monumento a la Bandera y la catedral, que es otra belleza. El Círculo, por supuesto, que tiene un duende muy especial y muchos lugares especiales para ver. Trabajé por más de treinta años allí y además durante mucho tiempo conduje las visitas guiadas, así que conozco cada lugar del teatro y todos me parecen increíbles.
-¿Qué fue lo más curioso que le pasó haciendo una visita guiada?
-Un día se cortó la luz mientras estaba mostrando el Museo de Arte Sacro y la gente se enloqueció y empezó a gritar. Las estatuas de santos del museo y la oscuridad fueron una mala combinación y sobre todo los estudiantes se impresionaron mucho.
-¿Y qué hay del famoso murciélago del teatro El Círculo?
-Hoy no hay murciélagos. Cuando empecé a trabajar sí había muchísimos, pero las sucesivas fumigaciones terminaron corriéndolos. No creo que sea algo para preocuparse, porque por algo existe ese dicho famoso de que no hay teatro sin murciélago ni murciélago sin teatro.


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