Los responsables directos de la muerte de Joaquín Penina fueron el teniente coronel Rodolfo Lebrero, jefe de Policía de Rosario, quien dio la orden de matarlo y ordenó que se lo sepultara en secreto y como NN; el mayor Carlos Ricchieri; el capitán Luis Sarmiento, que organizó el traslado y el fusilamiento; Félix de la Fuente, jefe de Investigaciones de la Policía; Marcelino Calambé, quien dirigió los interrogatorios, y el comisario Angel Benavídez. Además de un giro por poca plata para su familia -que tenía en un bolsillo cuando lo mataron- Penina guardaba en su cuarto 600 pesos para pagar deudas con editoriales libertarias argentinas y españolas. La Policía se quedó con ese dinero y quemó sus libros y papeles. Un par de años después, en un camino rural de San Juan, dos desconocidos cosieron a balazos al capitán Luis Sarmiento. La madrugada del 11 de septiembre, los represores se pasearon con el cadáver por las dos sedes de la Asistencia Pública. Ningún médico quiso firmar el certificado de defunción. Al fin, cuatro conscriptos amenazados de muerte cavaron una fosa en La Piedad y sepultaron a Joaquín Penina. El gobierno de la provincia investigó e identificó a los responsables pero nunca hubo sanciones ni condenas.
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