El profesor de psicología educativa de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Ovide Menim, se sumó ayer a uno de los debates públicos más álgidos de la semana: ¿Está bien o no que los alumnos vean los partidos del Mundial en la escuela? "Creo que la respuesta está dada con el comportamiento de los chicos que, aun pudiendo ir a clase a ver el partido, no fueron. Hay un primer punto para analizar. A los chicos contemporáneos no les interesa la escuela, van obligados porque no todos los establecimientos les ofrecen lo que están reclamando: el tratamiento de cuestiones actuales encuadradas en un cierto pragmatismo que no necesariamente tiene que ver con el utilitarismo, sino con sus necesidades y con la historia que los rodea. En este sentido yo, en el lugar del ministro de Educación (Alejandro Rébola), hubiera justificado las inasistencias de los chicos que querían ver el Mundial con sus amigos y familias, para no confundir o tergiversar los espacios y funciones; un segundo aspecto de este debate. La escuela no es una cancha como tampoco es un comedor. Creo que el ministro se ha sentido presionado por las circunstancias: todos empujan para que la escuela sea la institución descalificada que es hoy, un lugar que sirve para todo. Y acá cabe un tercer punto o interrogante. ¿Para qué debería servir la escuela? Más allá de las teorías modernizantes, la escuela es el espacio concreto donde la sociedad delega la adquisición de conocimientos a través de personas a las que les paga. Si no es así, mandemos a los profesores a sus casas o a que enseñen los jugadores de fútbol. La escuela también es el lugar para socializar a los chicos a la luz de principios como la solidaridad, la cooperación y la actitud inteligentemente crítica. Es el espacio donde los alumnos deben incorporar conocimiento actualizado; es decir, desarrollo intelectual y técnico. Y obviamente es un lugar de generación de afectos, por eso no creo que sea malo ver el partido en clase entre compañeros, pero al menos suena excesivo. Esto puede sonar conservador, pero creo que hay que salvar la esencia de los quehaceres. Por último, no acuerdo con pedagogizar el partido y dar ejercitación después de verlo u obligar al debate. Un partido de fútbol es para deleitarse".
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