La mamá de Sebastián Montón no siente resentimiento hacia el hombre que asesinó a su hijo a la salida de una fiesta de cumpleaños, hace un mes. Una semana atrás fue a la comisaría para conocerlo y mostrarle una foto del chico. Piensa que el detenido, que hacía de mozo, tenía "mil maneras de poner límite" a un grupo de adolescentes, pero que no supo hacerlo porque ni él ni sus compañeros "estaban preparados para atender una fiesta con jóvenes". Busca una explicación al absurdo homicidio de su hijo y cree que la única forma de encontrarla es pensar al hombre que lo apuñaló como un criminal.
Sebastián Montón tenía 15 años cuando murió el 21 de abril pasado a la salida del cumpleaños de una amiga, que hizo la fiesta a metros de la casa del chico y la suya propia, en un local del Sindicato de la Carne ubicado en Avenida del Rosario y Lituania. El homicida es un empleado del Swift que había colaborado como mozo junto a un hijo y otros conocidos. Santos Aguirre, de 53 años, enfrenta un proceso judicial que por homicidio simple prevé una pena de entre 8 y 25 años de prisión.
"No siento odio ni rencor. No encuentro una explicación a lo que pasó", comienza a decir Bibiana Peyra, de 41 años, dueña de una farmacia que tuvo siempre en la zona sur, ahora en calle Lituania, dos cuadras después de la rotonda de la Mandarina.
Con propósito de matar
El chico fue herido a menos de 100 metros de su casa. Algunos de los amigos le contaron a la madre que hubo una corrida desde el salón del Sindicato de la Carne, hasta la calle Venecia, que cruza la esquina de su casa. Después un grupo pequeño volvió hacia el local y Sebastián fue tras ellos.
Los chicos le contaron que Aguirre venía "tirando cuchillazos" y que hirió levemente a otros chicos. Y después le dio una puñalada profunda a Sebastián, que volvía hacia su casa "pegadito" a la pared. "Loco, me la dieron", le dijo a sus amigos y cayó al suelo.
Los vecinos lo llevaron hasta el hospital Roque Sáenz Peña antes de que los padres pudieran sacar su auto. Pero el chico llegó a la guardia con un paro respiratorio y una hemorragia interna que le causaron la muerte en menos de un cuarto de hora.
"No fue un rasguño, no lo agarró del pelo ni le dio dos patadas. Tomó un cuchillo para usarlo y lo hizo directamente contra un chico desarmado. Lo mató en ese instante, lo hizo desangrar por dentro", cuenta Bibiana pausadamente, con los ojos húmedos de dolor. "No podés matar a un chico si no te ataca", agrega.
"Había mil formas de ponerle límites a un grupo de adolescentes. Podría haberlos agarrado del pelo, llamar a los padres, darle dos golpes para que no molesten más", reflexiona la mujer. "Pasa algo con la gente, se está volviendo loca. Responsabiliza a los adolescentes por todo sin mirar la violencia que generan todo el tiempo los adultos", piensa.
La mamá de Sebastián cuenta que eligió el barrio cuando estaba embarazada. "Quería que mis hijos crecieran libres. Acá tienen la plaza, andan en bici, juegan con sus amigos, van a pescar, en piragua, a la isla". Sebastián pasaba noches en la isla, con sus amigos, y pensar los riesgos que corría la aterrorizaba.
La casa de la familia Montón está detrás de la farmacia. Ernesto, el padre, es médico psiquiatra. El hijo mayor rinde las últimas materias de medicina, el de 17 era muy compinche de Sebastián porque le llevaba un año y un mes, y la más chica tiene 8. Además, el hombre tiene otros dos hijos. Los amigos llenan la casa, luminosa y abierta.
Cuatro chicas, que estuvieron cerca de Sebastián en el cumpleaños, cuentan que los mozos atendieron bruscamente, sin cuidado, habían tomado alcohol y les provocaron incomodidad con las groserías que les dijeron durante toda la noche. También hacían diferencias en la atención de las mesas, por lo que habían discutido con los chicos amigos de Sebastián. El primer problema ocurrió en medio de esa discusión, y sostienen que un mozo rompió un vaso y le cortó el brazo a uno de los chicos, todos de alrededor de 15 años, antes de amenazarlos con que la pelea seguiría después. La mamá de Sebastián piensa que en la fiesta se reflejó un problema "social", una violencia más general que terminó con la muerte de su hijo. Y lamentó que el código procesal no le permita participar en la investigación de la causa.
"Que sea juzgado"
Una semana atrás, Bibiana, en una crisis de angustia, quiso conocer al hombre que mató a su hijo. "Le llevaba una foto de Sebastián, quería que lo viera". Llegó hasta la comisaría, pero volvió a su casa sin conocerle la cara. "Creo que la única forma de encontrar una explicación es pensar que ese hombre lo mató porque es un criminal -reflexiona-. Lo único que quiero es que sea juzgado con justicia. Y que no salga, porque apuñaló a una criatura desarmada que no podía defenderse".
Sebastián era el hijo que más tiempo estaba en su casa. Su última pasión era la moto, que armaba, desarmaba y arreglaba, como a las de sus amigos. Los tenía de todas las edades, con unos jugaba al fútbol en el parque, a los más chicos, de 6 y 7, les enseñaba a pescar en el arroyo. Todos sorprendieron a la familia al compartir su pena cuando murió. Las maestras también llenaron la casa con notas de pesar. Otra de sus pasiones era la huerta, donde crecen los pimientos y plantines de tomate que ahora cuida su familia.