Las metrópolis, es decir "los laboratorios que definen el perfil actual de la creación artística", fueron el tema central de la 25ª Bienal de San Pablo, que este año optó por abandonar los núcleos históricos y apostar por completo a lo contemporáneo. "En las metrópolis surgen los grandes dramas urbanos. En el laboratorio de las metrópolis surge también la masa crítica que transforma el espíritu de cada época en arte", sostiene el alemán Alfons Hug, curador de la muestra, que a su criterio se cierra hoy con un gran éxito.
La elección del tema, según indicó, reforzó desde el vamos la presencia de los artistas latinoamericanos ya que San Pablo y Caracas son dos de las metrópolis en torno a las cuales giró este año la Bienal, junto a otras 9, entre ellas Nueva York, Berlín, Moscú, y Japón. Tal vez lo más llamativo, pero no sorprendente es que Buenos Aires quedó afuera del convite.
Cinco artistas por cada una de las metrópolis de Hug fueron invitados para exponer sus obras con el objetivo de reflejar "el estado de la producción artística mundial".
"El elemento de la pluralidad de las etnias fue siempre una característica importante de Caracas, que debe su carisma cultural a esa mezcla típicamente caribeña", explica Hug, quien advierte que San Pablo, de 17 millones de habitantes, "no es sólo la mayor en América del Sur, sino que por la composición de sus habitantes es simultáneamente una de las mayores ciudades de Africa, de Italia y de Japón. Y además de eso, tiene más empresas alemanas que Berlín".
La ciudad utópica
Pero Hug también quiso que el arte reflejara cómo debería ser la ciudad utópica, la urbe de los sueños, la metrópolis número 12, para lo cual invitó a una docena de "artistas visionarios", entre ellos al grupo cubano Los Carpinteros y al fotógrafo italiano Armin Linke.
El curador asegura que se inspiró en "El Aleph", de Jorge Luis Borges: "Así como el Aleph, un minúsculo punto en el espacio, contiene todos los puntos de un cosmos inconcebible, las imágenes de la Bienal muestran la diversidad, lo contradictorio y lo multifacético de la Tierra".
"La ciudad ideal supera la violencia de Caracas, la mala suerte de Berlín e impide el suicidio de Moscú. Ella es la Florencia pura, la Nueva York perfecta, la última Shangai. Las viejas ciudades han sido proyectos políticos, económicos o hasta militares. La ciudad número 12 es una propuesta estética", advierte.
Artistas de otros 15 países latinoamericanos participaron de un segmento tradicional de la Bienal, las "Representaciones nacionales", a razón de uno por país. En el caso de Argentina, Dino Bruzzone presentó una serie de fotografías sobre maquetas inspiradas en el Italpark, el antiguo parque de diversiones de Buenos Aires.
"Sin querer destacar a nadie en particular, me parece que la calidad del arte latinoamericano aumenta cada 2 años, a cada nueva Bienal, hasta en países considerados menores", destaca Hug, quien fue director del Instituto Goethe en Moscú y Brasilia y se ha convertido en el primer extranjero en dirigir la muestra paulista, una idea que el industrial y mecenas Francisco "Cicillo" Matarazzo concretó por primera vez en 1951.
Como apostillas para esta exposición, quedará en la historia que Hug de entrada desató una polémica al desistir del llamado "Núcleo histórico", un espacio que caracterizó a las tres bienales anteriores y que reunía obras de grandes artistas, como Van Gogh, Picasso, Warhol y Matta.