Mario Candioti / La Capital
24 de marzo de 1976. Comienza un período trágico y sangriento en la historia argentina. La asunción de la Junta Militar comandada por el teniente general Jorge Rafael Videla marcaría el punto de partida de uno de los gobiernos más funestos que se tenga memoria en el país. El gobierno de facto tenía muy en claro que la organización y realización del Campeonato Mundial de 1978 debía ser todo un éxito. Pero antes, su trabajo de "limpieza y depuración" tenía metas muy claras: llegar al 1º de junio del 78 con una imagen de país organizado, próspero y eficiente, facetas que al régimen militar le sentaban a la perfección. No es casualidad que los miles de asesinatos y desapariciones, según rezan los informes de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep), se hayan producido precisamente entre 1976 y 1978, pero sobre todo antes del Mundial. Argentina, acuciada por una crisis económica que iba tomando cada día "mejor forma y color" bajo la conducción de José Alfredo Martínez de Hoz, había salido del imperio de la sangre propiciado por sectores de la ultraizquierda y entrado en una esfera similar, ahora bajo la arrogancia y el poderío de la ultraderecha, perfectamente interpretada por la Junta Militar. En el medio, la organización del Mundial, viciada de evidentes luchas intestinas de poder que incluso terminaron con la vida del primer presidente del EAM 78, el general de brigada Omar Actis, era un tesoro pretendido por muchos. La Copa del Mundo le costó a la Argentina la friolera de 520 millones de dólares, mucho más del doble de lo que le significó a España, por ejemplo, organizar el mismo torneo cuatro años después. Pero de eso no se hablaba. Para que nada quedara librado al azar, el gobierno militar solicitó asesoramiento a la firma norteamericana Burson & Masteller, especializada en el mejoramiento de imágenes gubernamentales que no pasaran por una buena etapa. Los consejos de dicha empresa le costaron al país medio millón de dólares. Imagen. La situación de los derechos humanos en la Argentina estaba muy cuestionada pero el aparato propagandístico del gobierno funcionaba a la perfección. Salvo por las presiones que se ejercían desde Estados Unidos. Imagen. Muchos sectores del periodismo resultaron cómplices de la campaña gubernamental y fueron los principales detractores de una supuesta "campaña antiargentina". Nada debía ser más importante que el Mundial, al menos durante ese mes de junio de 1978. Lo que había pasado antes ya era historia y lo que vendría después, se vería. Pero al mundo había que brindarle una imagen de país ordenado, floreciente, con carácter y actitud, unido y sonriente. Salvo algunas voces disonantes dentro del periodismo, con Dante Panzeri a la cabeza, muchos se sumaron al discurso oficial. Algunos por conveniencia, otros tal vez por convencimiento, otros por presiones. José María Muñoz resultó el abanderado de ese proceso, con sus permanentes arengas sobre la argentinidad y su célebre frase: "Vamos a demostrarles a esos señores de la Comisión de Derechos Humanos que Argentina no tiene nada que ocultar". Pero publicaciones de Editorial Atlántida, Clarín y el canal estatal ATC también hicieron su parte. Incluso desde el gobierno emanaron estrictas órdenes: estaba prohibido hablar mal del seleccionado y de su director técnico. Lo cierto es que no sólo las publicaciones y suplementos deportivos acompañaron el discurso gubernamental. Los comentarios políticos y económicos como también suplementos culturales y diversas notas de opinión se encargaron de resaltar a un pueblo que se unía cada vez más por un sentimiento futbolero. La alfombra había sido desplegada. Durante treinta días Argentina gozó -o la propaganda gubernamental le hizo creer que el goce era exclusivo de sus habitantes- de su fiesta más pasional. El fútbol, una vez más, había sido usado como factor de distracción. Hoy, a 24 años de aquella victoria futbolística y de una gran derrota moral, la selección argentina se apresta a participar de una nueva aventura mundialista, ahora en Corea-Japón. Y el gobierno está ansioso de que comience ya, si es posible ayer. La diferencia es que ahora la imagen no es lo importante. Ahora lo que vale es patear la pelota de la crisis hacia adelante. Y tratar de no perder por goleada.
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