Año CXXXV
 Nº 49.483
Rosario,
domingo  19 de
mayo de 2002
Min 7º
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Testimonio: Un lugar en el mundo

Aunque los mapas porfíen que El Bolsón está situado a 2.000 kilómetros de Rosario, otra cartografía más confiable sostiene que su ubicación real hay que buscarla en la inmediatez del mito, en las profundidades propias del deseo.
Refugio de bandidos yanquis y de hippies en su proceso de retorno a la naturaleza. Verde, solidario y furiosamente individualista. Productor nacional de lúpulo y de artesanías de fama mundial, El Bolsón es también el país de los productos orgánicos, de suculentos desayunos con dulces inauditos, de mesas engalanadas con "platos de autor".
"Primer municipio ecológico de América", "Zona no nuclear" y "pueblo a favor de la vida", son algunas de las emblemáticas declaraciones políticas que ilustran el pasado reciente de esta localidad, ubicada a caballo del paralelo 42.
Libre, amistoso, es además, un mundo con muchos nacimientos y pocos abuelos. Su demografía reconoce una afluencia importantísima de profesionales inmigrantes internos, de jóvenes europeos que ya no huyen del holocausto atómico, sino de la invisibilidad social que caracteriza a los espacios urbanos del viejo continente.
Pueblo grande o ciudad chica, El Bolsón es asombrosamente cosmopolita. Una combinación única de las oleadas migratorias más diversas, que ha logrado mantener un estilo de vida por vocación apacible, pero con una concepción del mundo altamente sofisticada.
Vivir aquí es como estar en un lugar donde pareciera que las cosas recién acabaran de inventarse, los adelantos técnicos y los males sociales; los complicados juegos políticos y la sorpresa de los cacerolazos; la nieve de cada invierno y el sol abrasador del verano.
Pero "Bolsón" es mucho más que todo eso, es uno de de esos sitios privilegiados de la Tierra que tienen un carácter, una personalidad que ni el progreso, ni los políticos han podido empañar. Es uno de los más bellos lugares de uno de las más bellas regiones del planeta: la Patagonia.
Sin idealismos después de quince años, la vida en El Bolsón sigue justificando día a día la decisión consciente de dejar Rosario. Uno se siente parte de algo que está pasando, los sucesos tienen escala humana, los conflictos nombre y apellido, los escándalos son caras conocidas que saludamos a diario.
Nuestra pareja, afortunadamente, es alguien con quien pasamos mucho tiempo, las noches son largas y los despertares apacibles. Nuestros hijos consumen menos modas y más tiempo libre al aire libre. Los amigos son personas que saben donde encontrarme sin necesidad de celular.
H.A.B.


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