El escritor católico Vittorio Messori, uno de los pocos que han entrevistado al Papa, y muy próximo a los círculos vaticanos, sorprendió ayer con un artículo en primera página del Corriere della Sera en el que pone en duda la posibilidad de que Juan Pablo II sea capaz de darse cuenta de cuándo ha llegado el momento de dimitir. Messori replica a los cardenales Rodríguez Maradiaga y Ratzinger, quienes admitieron, en distintos contextos, que el Papa "tendría el coraje de dimitir si viera que no es capaz de seguir desarrollando su ministerio" al frente de la Iglesia. Basándose en el juicio de un geriatra de prestigio del que no da el nombre, el escritor católico niega que el Pontífice, aquejado de Parkinson desde comienzos de los años noventa, sea capaz de detectar el momento en el que sería aconsejable renunciar a la guía de la Iglesia católica. Messori pone en boca de su interlocutor, experto en el tratamiento de enfermos de Parkinson, las siguientes palabras: "Siento decirlo. Pero los dos purpurados presuponen que un enfermo de Parkinson, llegado a una fase avanzada, conserve intactas las capacidades crítica y de juicio y pueda, consiguientemente, establecer que ha llegado el momento del retiro". Según el mismo especialista, citado por Messori, el 65 por ciento de los enfermos de Parkinson que han superado los 80 años de edad presentan síntomas graves de déficit cognoscitivo. En las fases sucesivas, se llega con mucha frecuencia a una cuasi total insuficiencia mental que se indica con el término técnico crudo, pero técnico, de demencia. Juan Pablo II cumplió 82 años y, pese a que sus más directos colaboradores aseguran que su lucidez mental es completa, sus condiciones físicas se han deteriorado alarmantemente en los últimos dos meses. El médico citado por Messori se atreve, incluso, a criticar veladamente la medicación que se le suministra al Pontífice -cita el fármaco, levodopa- por considerar que tiene efectos secundarios graves, incluido un posible cuadro de alucinaciones, destinadas a agravar el estado psicológico del paciente. De ahí que, recoge Messori, serían los médicos que le atienden, y no el propio Pontífice, los encargados de decidir cuándo ha llegado el momento de soltar las riendas de la Iglesia. Una eventualidad inquietante, frente a la que el escritor católico parece defender, como ha hecho el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, la tesis de que Karol Wojtyla seguirá en su puesto hasta el último aliento de vida. Una vida que, insiste Messori, al terminar, se verá premiada con la santidad.
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