Para vos, Tincho". La dedicatoria sonó con la fuerza de un slogan. El goleador de la cuarta campeona y máximo artillero de la historia de las divisiones inferiores canallas con una marca de 69 conquistas, Luciano Gabriel Figueroa, no hizo más que empujar la pelota de zurda al fondo del arco y levantarse la camiseta para mostrar una remera con la leyenda dedicada a su hermano mayor, Martín, que murió a fines del año pasado, en un accidente de moto. Acto seguido, hizo las inconfundibles señas de pasarse una mano por la nariz y por la cabeza, esta vez para dedicárselo en segundo término a su padre, el pelado y narigón que lo banca hasta en las prácticas y los partidos de las inferiores, con su mate inseparable. Y en tercer lugar se estrechó en un abrazo con su flamante compañero de ataque, Federico Arias, porque con el Torpedo se habían prometido dedicarse un gol cada uno. Desde que tocó la primera pelota el pibe demostró que tiene pasta de buen jugador, al extremo de aparecer como el mejor delantero de Central en el manejo de la pelota en los últimos tiempos: la pidió siempre, no se escondió detrás de la marca, bajó a pedirla cuantas veces pudo, tocó de primera pero también la paró, aguantó a los defensores y gambeteó, como cuando le metió un caño bárbaro a Seltzer, en el final del primer tiempo. Y el zurdo participó en tres llegadas claras: una buena asistencia de Cappelletti que remató de derecha, otra de Arias que terminó con una volea alta también de derecha, y un cabezazo desviado, que pasó cerca del segundo palo. Hasta que en la segunda buena jugada que tejieron De Bruno y Arias, Figueroa se desquitó con el gol de la victoria tan largamente esperada por la gente de Central. Por eso, apenas sonó el más dulce silbato de Brazenas, Lucho se fundió en un abrazo interminable con el Pequi De Bruno. No era para menos: el pibe se lo había ganado.
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