Todo tiene su tiempo. O por lo menos eso es lo que se pensaba porque generalmente se dejan pasar algunas fechas para empezar a exigir. Pero en esta nueva Argentina todo cambió. Las exigencias son mayores y no hay tiempo extra. Se piden respuestas rápidas y si no las hay aparecen las desaprobaciones. Y eso ocurrió ayer en el Coloso. Incluso cuando el encuentro aún estaba con el marcador cerrado ya aparecieron algunas voces reprochando el rendimiento y el esquema que presentó Juan Manuel Llop (a partir de ayer parece habérsele reducido su crédito en cuanto a continuidad). Es que lo que se veía era claro, el mediocampo había sido regalado al rival. "Si Ponzio rindió bien de cinco, ¿para qué lo movió?", se preguntaba un plateísta con buen criterio. El primer gol banfileño exasperó a los hinchas. "Hay que poner ñubel, hay que poner ñubel, hay que poner un poco más de huevo", pedía la gente desde todos los costados. Y el clima se iba poniendo cada más tenso. La falta de respuestas e ideas para cambiar el partido permanecieron intactas, algo que fue aprovechado por el rival. Y así llegaron más goles. Y así aparecieron más reclamos. Más insultos. A medida que los minutos se consumían la angustia cotizaba en alza. Nadie podía entrar en razón y, a la vez, todos tenían la solución. Ya sobre el final un grueso grupo de plateístas buscó posición detrás del banco de suplentes rojinegros (en ese lugar se ubicaron una decena de agentes para impedir que se acercaran demasiado) para hacerle oír sus reclamos al entrenador. El debut con goleada en contra fue un duro golpe para todos los rojinegros, quienes con poca paciencia hicieron saber su bronca.
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