Año CXXXV
 Nº 49.377
Rosario,
viernes  01 de
febrero de 2002
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Regalos porteños para la realeza
La pareja encargó diversos objetos de plata a un destacado orfebre que tiene su taller en San Telmo

El príncipe Guillermo Alejandro y su prometida Máxima Zorrequieta encargaron a un orfebre de Buenos Aires algunos sencillos regalos para su boda con detalles de platería que recuerden a la futura princesa su tierra natal.
Juan Carlos Pallarols, por cuyo taller pasaron el rey de España y el cantante español Joan Manuel Serrat, entre otras personalidades, destacó la actitud humilde y sencilla de la pareja.
"Es gente muy sencilla, a veces la gente muy importante no es muy agradable, pero el caso de estos chicos fue de una gran sencillez, se dejaban aconsejar, preguntaban con ganas de aprender", dijo el artesano de 58 años. Cuando dé el ja (sí en holandés), Máxima dejará atrás un pasado como economista y empleada de un banco de inversiones en una firma de Nueva York.
En los primeros días de noviembre, de visita en Buenos Aires -donde nació y creció Máxima- los novios visitaron el taller de Pallarols.
"Estuvieron dos o tres horas, preguntaban, hablaron con los empleados, después Máxima me explicó lo que quería y a partir de ahí empecé a armar todo", agregó, sentado en su oficina.
Entretanto, afuera resonaban los sonidos de los martilleos de los empleados en una carrera contra el reloj para tener listos los regalos de los novios.
"No querían nada pomposo, todo muy sobrio", reveló Pallarols, que confeccionó los bastones de mando de varios presidentes argentinos.
Máxima aprovechó la visita al taller de Pallarols para encargarle la bandeja que portará los anillos en la ceremonia religiosa, que se realizará bajo el rito protestante. El orfebre mostró con orgullo un boceto de la bandeja, que será de plata y ovalada, con las iniciales de los novios entrelazadas y con los escudos de Argentina y de Holanda en cada extremo.
Los novios confiaron a Pallarols la confección del regalo que el príncipe debe hacerle a su madre, la reina Beatriz, y el que éste debe darle a su futura esposa.
Vestido con un delantal sobre su ropa y con sus manos curtidas por el trabajo, Pallarols muestra una extraña sencillez, al tiempo que enseña los secretos del oficio a su hijo Adrián, que con 30 años promete ser la séptima generación de orfebres de la familia, que desde 1804 vive en Argentina. Pese a haber sido invitado, Pallarols no concurrirá a la ceremonia. "No es para mí, yo hago mi trabajo y punto, no me veo vestido de traje", concluyó. (Reuters)


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