Año CXXXV
 Nº 49.371
Rosario,
sábado  26 de
enero de 2002
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La crisis. Miles de personas participaron del cacerolazo nacional
En la calle, la gente hizo sentir su lobby
En Buenos Aires, la pacífica protesta terminó abruptamente con confusos incidentes y represión

Miles de personas se movilizaron anoche en forma pacífica en distintos puntos de la Argentina en el marco del denominado "cacerolazo nacional" para reclamar, fundamentalmente, por la salida del corralito bancario. Sin embargo, en la Capital Federal, la desconcentración en calma y bajo una torrencial lluvia se alteró abruptamente cuando los policías comenzaron a arrojar gases lacrimógenos y balas de goma para despejar el epicentro de la protesta, lo que detonó la reacción de varios manifestantes.
Al respecto, el secretario de Seguridad Interior, Juan José Alvarez, afirmó esta madrugada que el cacerolazo fue "pacífico", excepto por los hechos que se generaron al comenzar la desconcentración. Y enfatizó: "La policía tiene una sola instrucción, que es garantizar la seguridad de los manifestantes pacíficos y cuidar el orden público".
Al cierre de esta edición, los disturbios habían provocado heridas leves a once manifestantes, lesiones de diversa consideración a seis policías y al menos una decena de detenidos (ver aparte).
Bajo un fuerte operativo de seguridad en todo el país, en especial en torno de la Casa Rosada (unos 1.400 policías), los ciudadanos comenzaron la protesta cerca de las 19 y provocaron un verdadero caos vehicular en el centro porteño y las principales ciudades del interior.
La convocatoria se hizo sentir con fuerza, entre otros puntos, en Rosario, Santa Fe (medio millar de manifestantes se apostaron frente a la Gobernación, la Legislatura y los Tribunales), La Plata, Mar del Plata (unas 10.000 personas, en su mayoría turistas), Tucumán, Córdoba (con duras críticas al intendente Germán Kammerath) y Mendoza.

Bajo la lluvia
En la ciudad de Buenos Aires, pese a la copiosa lluvia, la gente se movilizó desde distintos barrios hacia los principales centros del poder político: el Congreso y la Casa de Gobierno. Los edificios permanecieron custodiados por la Policía Federal, que cortó todos los accesos al lugar.
Los comercios y bancos de la city porteña tapiaron sus puertas y cubrieron con alambres y rejas sus vidrios para evitar destrozos como los que fueron provocados en las últimas marchas.
Una gran bandera argentina cruzada sobre la avenida Santa Fe interrumpió el tránsito en el cruce con Scalabrini Ortiz, donde un numeroso grupo de manifestantes se concentró antes de dirigirse hacia la Plaza de Mayo.
Además de las cacerolas y otros elementos ruidosos, varios ciudadanos acercaron a la histórica plaza algunas propuestas improvisadas para salir del corralito, las que fueron repartidas entre los demás manifestantes.
Las Madres de Plaza de Mayo, representadas por Hebe de Bonafini, también se hicieron presentes, aunque luego se dirigieron hacia el Congreso junto a una columna de manifestantes.
Los reclamos apuntaron a la salida de corralito, el recambio en la Corte Suprema de Justicia y el llamado a elecciones generales para renovar las autoridades nacionales.
Otros grupos de manifestantes, con cacerolas y bocinazos, cortaron las tradicionales esquinas porteñas, como la de San Juan y Boedo. Vecinos de Flores escribieron "ladrones" con aerosol en el frente del Banco Galicia, en Rivadavia 6391.
En Barrio Norte, las cacerolas se concentraron en Santa Fe y Pueyrredón. En tanto, en Santa Fe y Córdoba, las bolsas de residuos incendiadas sirvieron para interrumpir el tránsito en las cuatro esquinas.
Por su parte, miembros de la Coordinadora de Desocupados Aníbal Verón, que ayer cortaron el Puente Pueyrredón, denunciaron que un fuerte despliegue policial y de la Gendarmería les impidió sumarse al cacerolazo.
Hasta la medianoche, la violencia no se había materializado. Es más, alrededor de cien jóvenes que habían ingresado a las galerías del Cabildo debieron abandonarlas obligados por los reclamos de los vecinos autoconvocados.

Confusos incidentes
Sin embargo, mientras la mayoría de los manifestantes se desconcentraba en orden bajo la lluvia, la policía motorizada comenzó a despejar con granadas de gases lacrimógenos y balas de goma el cruce de las avenidas de Mayo y 9 de Julio y las inmediaciones de la histórica plaza.
La réplica fue inmediata: varios jóvenes con sus rostros cubiertos respondieron la embestida policial a los piedrazos. Los enfrentamientos se intensificaron, incluso con bombas molotov frente a la Catedral, y muchas personas cayeron por los efectos de los gases y las balas de gomas. Mientras esto ocurría, un grupo de manifestantes regresó a la plaza para marchar alrededor de la Pirámide de Mayo.
Los uniformados lograron controlar la plaza entrada la madrugada. Luego avanzaron por distintos sectores de la Capital Federal. Mientras Fabián Rubino, periodista de Radio Mitre, denunciaba haber sido golpeado por un policía, un número no determinado de detenidos permanecía tendido en el piso de una esquina porteña.
Poco después, los partícipes del cacerolazo frente al Congreso impidieron que un móvil del canal Azul Televisión se fuera de ese lugar argumentando que si las cámaras dejaban de transmitir "la policía comienza a reprimir". Pero no consiguieron su objetivo.
En tanto, en Tucumán, la gente se reunió en la plaza de la Independencia, frente a la Gobernación, donde lanzaron insultos contra la administración provincial y la de Eduardo Duhalde.
Duhalde siguió de cerca el desarrollo del masivo cacerolazo, junto a un pequeño grupo de colaboradores, en la Quinta de Olivos. Sólo el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, permanecieron hasta últimas horas de la noche en una Casa Rosada convenientemente aislada por un largo vallado instalado cerca de la Pirámide de Mayo.



El bronca siguió en Capital a pesar de la lluvia torrencial.
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