Fernando Gabrich
Santa Fe (enviado especial). - La escena parecía una postal de la Argentina de estos días. Gente reunida que suplicaba ante oídos sordos de dirigentes. Personas que exigían sus derechos y mandatarios que los ignoraban. Pero esta vez los pedidos no tenían que ver con los temas económicos. Esta vez, y la crónica parece un absurdo sacado de un cuento surrealista, la exigencia era menos complicada: romper con el corralito impuesto por Carlos Timoteo Griguol. Es que por orden del cuerpo técnico de Unión nadie podía ingresar al estadio 15 de Abril a presenciar el partido entre leprosos y tatengues. Una decisión que sonaba incrédula para los periodistas que habían ido a cubrir el encuentro. Una medida que generaba bronca en el grupito de hinchas de Newell's que fue a ver a su equipo y en los socios de Unión que no podían entender cómo se les prohibía la entrada a su propio club. "No señores, ni la prensa ni la gente pueden entrar", dijo tajante el gerente de Unión, Juan Bertolino, cuando Ovacion llegó temprano al estadio. La temperatura, por esas horas, rondaba los 35 grados y la presión era baja. Entonces, entender el absurdo no era sencillo. Mientras tanto, los hinchas se agarraban la cabeza. Y hasta el padre de Diego Bono, quien viajó cientos de kilómetros para ver a su hijo en la primera de Newell's, debió quedarse con las ganas. Inclusive fue sacado por un guardia de seguridad cuando quiso ingresar a escondidas en el auto de Cristián Grabinski. A esa altura lo ridículo se mezclaba con las medidas autoritarias. "Muchachos, no podemos hacer nada", se disculpó Jorge Pautasso en nombre del cuerpo técnico de Newell's cuando los jugadores ya estaban en la cancha. Así, los minutos pasaban y las informaciones llegaban vía celular. Que gana Newell's, que está jugando bien, que esto, que aquello. Todo para oír y nada para ver. Pero las sorpresas seguían. El partido había finalizado, la tarde caía desmayada y la puerta seguía cerrada. Los jugadores de Newell's querían hablar, aunque nadie podía pasar. Hasta que el Pájaro Domizi se apiadó de los trabajadores de prensa y se arrimó al portón y ante la pregunta de un colega santafesino, con ironía, sólo atinó a decir: "En Rosario están las puertas abiertas para todos". Al fin llegó la orden. Las rejas del corralito tatengue se abrieron y la parodia llegaba a su fin. "Era un amistoso, ¿me parece un poco exagerado no?", preguntó con sorna Ponzio. "Pobre mi viejo", murmuró Bono. "En Rosario habrá puertas abiertas para todo el mundo", vaticinó Llop. Mientras tanto Griguol no aparecía. Su medida había dado resultado. Nadie había podido ver la derrota de su equipo.
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