| | Editorial Curarse en salud
| Los difíciles problemas sociales que a todos nos toca sobrellevar por estos días no deberían servir de excusa para que se dejen de lado o flexibilicen algunos controles en los que debe ponerse el acento muy especialmente en esta época del año, como los productos alimenticios perecederos. En verdad, los habituales controles bromatológicos que realiza la autoridad sanitaria deberían intensificarse debido al período estacional, teniendo en cuenta la incidencia que las altas temperaturas tienen sobre los alimentos y verificar que se respete a rajatabla la cadena de frío tanto en la distribución como en la comercialización, algo que no siempre ocurre. A nadie llama la atención ver pilas de prepizzas, sandwiches y empanadas de variados gustos sobre las conservadoras y no dentro de ellas como correspondería, sólo por nombrar algunos de los alimentos más metidos en el gusto de la gente que con el correr de las horas se trasformarán en auténticas bombas de gérmenes. El acento de las verificaciones municipales debe ponerse en establecimientos elaboradores y expendedores, lo que de paso permitirá ver las condiciones en que se encuentran los transportes de alimentos a fin de prevenir alteraciones en los lácteos, comidas elaboradas y semielaboradas y productos congelados. Al mismo tiempo se debería aprovechar la oportunidad para reverificar condiciones higiénico sanitarias, los sistemas de producción y, particularmente, conocer la aptitud de los productos que se encuentran en condiciones de ser comercializados y consumidos por la población. Los ciudadanos tienen todo el derecho de saber en qué estado se encuentra lo que consumen. Y quienes son responsables de velar por su salud no deben ahorrar esfuerzos en su importante tarea ni escamotear información a la hora de los procedimientos.
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