Año CXXXV
 Nº 49.358
Rosario,
domingo  13 de
enero de 2002
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Argentina agrega otro capítulo a la volátil relación entre el peso y la gente
La larga historia de la moneda argentina
Cambio fijo, cambio flotante, default, bancos y quiebras. Crisis recurrentes en casi dos siglos

Claudio Berón

El valor del dinero no se determinó nunca únicamente por la cantidad de oro acumulado en las bóvedas del banco central sino, fundamentalmente, por el poder de compra. Ese valor sufrió, a lo largo de la conflictiva historia económica Argentina, de mágicos agregados de ceros, colores de papel y monedas de todo tipo, a lo que se sumaron las esperanzas frustradas de los poseedores del simbólico poder de compra.
El mentado final de la inflación en Argentina, con la Convertibilidad, significó la perduración del valor de la moneda, algo que no ocurría desde 1960. A los que tienen menos de veinte años seguramente les costará entender que, en otros tiempos, un billete era valiosísimo y se podían adquirir cuantiosos bienes en un año y era despreciado por su poco valor al año siguiente. Las líneas monetarias cambiaban porque era necesario "sacarle ceros" a los valores.
En 1970 el peso moneda nacional, que llevaba más de 88 años en circulación, perdió su valor a manos del peso ley 18.188 y, entre ese año y 1992 hubo tres líneas monetarias. El austral duró seis años y, su antecesor, el peso argentino, sólo dos.
El cambio del peso ley fue traumático y durante largo tiempo convivió en el lenguaje popular la "plata vieja" y la "plata nueva". El peso ley nació con una equivalencia de 1 por cada 100 de moneda nacional.

El Rodrigazo
En 1975, la devaluación del otrora ministro Celestino Rodrigo, nombre que los argentinos de arriba de 50 años no olvidarán, fue el certificado de defunción de los pesos moneda nacional. En 1970, el valor adquisitivo más alto del peso ley era el billete de 10 unidades. En 1983, al ser reemplazado por el peso argentino, se emitieron papeles por un millón de unidades.
El valor más alto de emisión del peso argentino fue de 100 unidades, dos años después los había de 10.000.

Emision a la criolla
El austral se hizo de la noche a la mañana. Se lo puso en vigor con una equivalencia de 1000 a 1 unidades de la línea anterior y para subsanar la falta de emisión se sellaron los billetes de 1000 pesos con un sello que decía "un austral".
Al nacer, un austral valía más que un dólar, y llegó a tener una moneda de medio centavo. En 1985, el valor más alto de circulación era de 100 australes, en el 88 los había de 500 y para julio de 1990, luego de la híper del 89, que tuvo picos de 200% mensual, ya había aparecido el billete de 500.000. Es decir, la surrealista imagen de un billete de medio millón de pesos en la mano de los argentinos.
El patrón oro, la libra esterlina y el dólar americano fueron utilizados como reserva y equilibrio de circulante durante diversos períodos. La emisión de papel moneda en el país precedió la creación de los bancos.
En 1818 se creó la Caja Nacional de Fondos. Años antes, la preocupación del Triunvirato era la obtención de divisas para costear la guerra de la independencia. El cambio era de 17 pesos fuertes por onza de oro. En 1813 llegó el primer empréstito forzoso a provincias y particulares: 500 mil pesos que el Estado se comprometió a pagar en el transcurso de un año.
Guerras fraticidas, exportaciones, libre comercio. La política y la economía moderna tomaban forma en la pampa. En 1822, el interés del dinero era del 5% mensual para particulares y 3% para el Estado. La escasez de moneda era tal que los medios de pago eran discos de hojalata llamados "contraseñas", marcados con las iniciales de tal o cual tendero o almacenero. Trueque y negociación permanentes, sin mediación organizada.
Después de una serie de disposiciones y bajo la gestión económica de Bernardino Rivadavia, el Banco de Buenos Ayres emitió ese año 250.000 pesos. Los billetes se imprimieron en Londres. Los comerciantes suscribieron acciones y su fuerza residía en la cartera de préstamos, ya que la reserva en metálico sólo significaba el 9,5% de la circulación.
De 1821 al 26 la política económica estaba encarrilada pero la falta de respaldo fue el talón de Aquiles. Luego de pagar una serie de empréstitos a la banca inglesa y de acudir en ayuda de sus propios accionistas, el Banco de Buenos Ayres fue absorbido por el primer Banco Nacional, en 1826.
Diez años después, esa entidad cayó. "El banco se ha desquiciado, no se han pagado los empréstitos y su valor escrito pierde las seis séptimas partes en el cambio con otra moneda", explicaba en una crónica de la época el ministro de Hacienda del gobierno del general Juan José Viamonte.

El restaurador
Bajo el régimen de la Federación, liderado sin fisuras por el brigadier Juan Manuel de Rosas, funcionó la Casa de la Moneda. La actividad mercantil tenía como principales agentes a los tenderos en la ciudad y a los pulperos en la campaña, incluso prestaban dinero a particulares y al Estado.
Derrocado el gobierno, luego de la batalla de Caseros, se instaló la necesidad de dar un vuelco a la nueva vida política de la Confederación. Sin embargo, la Casa de la Moneda no fue liquidada. Buenos Aires se separó de la Confederación hasta 1861 y en el interior del país florecieron distintos bancos. El gobierno de la Confederación instaló su sede nacional en Paraná, y la necesidad de crear un banco se impuso. Las 13 provincias no contaban con las arcas de Buenos Aires y el dinero, como siempre, era la preocupación.
El Banco Nacional de la Confederación funcionó a partir de 1853, pero al emitir billetes inconvertibles y no tener una política monetaria, naufragó a los siete meses.
La Confederación no subsistía sin metálico y, por medio de convenios con Brasil, se instaló en Rosario el Banco Mauá y Cia, con capacidad de emisión (ver aparte) \En tanto, Buenos Aires se movía con cajas de ahorro y se fundaba el segundo Banco De Buenos Ayres. La conversión se regulaba por medio de la Oficina de Cambios, tatarabuela de la convertibilidad, que ingresaría al país 120 años después, duró diez años.

La generación del 80
Saltando por sobre las cuestiones financieras de aquellos aquejados argentinos y las desventuras de bancos, cajas y resguardos de bienes, se llega en 1887, a la creación de los bancos garantidos y el proyecto económico de la generación del 80, que pretendía la inserción del país en la división internacional del trabajo como proveedos de materias primas.
En la década del 90, y favorecidos por la conversión del peso moneda nacional oro, los particulares se refugiaron en metálico. Llegó la crisis. Agotadas las reservas, el tipo de cambio saltó a más del 100%. Los bancos garantidos habían emitido dinero sin real sustento.
La crónica marca esos años como de fuertes crisis: "Crack de la bolsa, quiebras, bancos insolventes y desempleo", y no son noticias de la semana anterior, fue hace 110 años atrás.
Como nada es nuevo bajo el sol en cuestiones económicas, el país atravesó todos los ismos posibles: proteccionismo, nacionalismo, monetarismo y liberalismo, entre muchos neologismos económicos y antes que el inglés se impusiera como lenguaje habitual en la tradicional calle San Martín de la city porteña, con conceptos como stand by, call money y default.
Pero la convertibilidad también se vio en el siglo anterior. El economista Gerardo Della Paolera explicó que "la Argentina nunca entró en default con los bonos. El país, con la conversión de 1899 nunca llegó a tener un respaldo en oro de un 100%. En la convertibilidad anterior las inversiones eran generadoras de empleo".

El Banco Nación
Como salida de la crisis del 90, en 1891 se creó el Banco de la Nación Argentina, que además de fomentar el crédito también emitió billetes, amparados en el "fomento y la confianza".
Se sucedieron los gobiernos: Saenz Peña, Alvear, Yrigoyen, Perón, Illia, Frondizi, golpes varios, y gobiernos de facto. Se creó el Banco Central, en principio conformado por una suma de accionistas privados y luego nacionalizado en la década de 1940. Pasaron regímenes y ministros de Economía.
El Banco Central inauguró la "maquinita" y el país asistió absorto a los anuncios que, siempre los viernes y por la noche, informaron a los ahorristas de su futuro y a los asalariados de su nuevo poder adquisitivo. Un poder esquivo que no se hace valer muy seguido.



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En Rosario también se emitió un billete con el respaldo de cuantiosas onzas de oro
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