Con sus cacerolas en la mano, unas mil quinientas personas se acercaron ayer a la noche al Monumento a la Bandera para sacarse un poco la bronca y la angustia por las medidas económicas. La restricción para extraer dinero, el congelamiento de los depósitos y la falta de trabajo fueron el blanco de las críticas. En tanto, en Buenos Aires, un cacerolazo generalizado en contra del corralito hizo vibrar anoche a la ciudad .
En Rosario, con sus miradas y sus voces dirigidas hacia el Concejo municipal, al que no le faltó una lluvia de huevazos, rosarinos de clase media sin distinción partidaria volvieron a hacer sentir su malestar y en muchos casos su desesperación.
"Vine para quejarme por los gobernantes que supimos conseguir. Si bien no me quedó plata cautiva en el sistema financiero estoy sufriendo a diario todas las restricciones que nos imponen el banco y los políticos", dijo a La Capital Oscar. Su esposa, Delia, que no cesó de aplaudir a su lado, gritó: "No podemos soportar más lo que nos está pasando, ojalá estas protestas sirvan para cambiar algo".
Preso en el sistema
"Mi dinero quedó preso en el banco, me acerqué al Monumento para intentar que no nos dominen más los ladrones", manifestó con serenidad pero con firmeza Aldo, de 51 años, propietario de una fábrica.
Con sus ojos celestes desbordados de lágrimas, Pablo, de 30 años, no dejó ni por un minuto de golpear con energía su cacerola: "Estoy cansado y este gobierno que acaba de asumir es más de lo mismo, nos tienen a todos con la soga al cuello, mi suegro está cerrando fuentes de trabajo y despidiendo a los tres empleados que tenía, esto es un desastre", enfatizó.
A pocos metros, Alejandra, una elegante y rubia señora protestaba de la misma forma: "Vine para quejarme por los corruptos que asumieron y por los que se fueron. ¿Si me quedó plata en el banco? Sí, como a muchos otros", apuntó.
Familias enteras, abuelos, chicos, jóvenes, mostraron durante algo más de dos horas su enojo: "Estamos cansados, por eso estoy acá. Nadie nos representa. Ahí tenés una muestra (señalando al Concejo), esos son los representantes del pueblo escondidos atrás de las paredes. Tenemos que empezar una nueva historia, fundar un nuevo país. No me quedó plata en el banco porque no la tengo, sí tengo muy poco trabajo y estoy sufriendo como todos", dijo Oscar, de 43 años.