Un contundente cacerolazo protagonizado esta madrugada por miles de personas en la Capital Federal forzó al jefe de Gabinete de Asesores, Carlos Grosso, a presentar su renuncia, en el marco de una severa protesta que también apunta a presionar al gobierno para que elimine el corralito que impide a los argentinos disponer de sus ahorros con libertad. Los cacerolazos también llegaron a la Quinta Presidencial de Olivos. A las 2.35 un grupo de activistas se desprendió de la multitud y pretendió incendiar las puertas de la Casa de Gobierno, tomando intervención algunos efectivos policiales que intentaban despejar el lugar. La presencia de los revoltosos dispersó a la mayoría de las personas que, pacíficamente, se había congregado más temprano. Los gases y las piedras se apoderaron, entonces, de la situación. El cacerolazo también apuntó a la dimisión de los integrantes de la Corte Suprema, que ayer convalidaron las restricciones en la extracción de dinero de los bancos, dispuesta por el ex ministro Domingo Cavallo. Grosso se convirtió esta madrugada en la segunda baja del elenco de colaboradores del presidente Adolfo Rodríguez Saá en menos de seis días, dado que en horas de la mañana también debió abandonar su cargo el presidente del Banco Nación, David Expósito (ver sección Economía). A partir de la medianoche, en forma espontánea, centenares de personas empezaron a dirigirse a la Plaza de los Dos Congresos y a la Plaza de Mayo. Ante la magnitud de los hechos y la eventual profundización de la protesta (que incluyó cortes de calles, quema de gomas, desparramo de basura y fuerte congestionamiento de tránsito en medio de bocinazos), Grosso optó por presentar su dimisión al cargo, hecho que fue oficializado poco después de la 1.10 por el interino jefe de Gabinete, Luis Lusquiños. Hasta pasadas la 2.30, las manifestaciones se desarrollaban de manera pacífica y sin intervención policial, que limitaba su accionar a vigilar los acontecimientos a una prudente distancia de los hechos. Por la tarde, durante una reunión con los principales directivos de medios de comunicación del país, el presidente Rodríguez Saá había manifestado indirectamente el temor por eventuales nuevas manifestaciones populares: "Tenemos que dar respuestas a lo social. Debemos llenar las sartenes y las cacerolas, que están debajo de la almohada, con comida, para evitar que la gente les dé otros usos". Al conocerse la renuncia de Grosso, los manifestantes celebraron lo que consideraron un triunfo, cargaron contra la presunta designación de Matilde Menéndez en el elenco gubernamental y reivindicaron el poder de la gente para reclamar por "funcionarios honestos" y políticas que privilegien a la gente por sobre los intereses económicos y los bancos. La gente salió a las calles en los barrios de Belgrano, Palermo Viejo, Palermo Chico, Almagro, Villa Crespo, Barracas, Caballito y Congreso. Poco a poco, por avenida Corrientes y luego por Diagonal Norte, fue concentrándose en Plaza de Mayo en forma pacífica y ordenada. A las 2.35, la violencia volvió a apoderarse de la situación en la Casa de Gobierno. Hace nueve días, comenzó la protesta del cacerolazo tras el discurso del entonces presidente Fernando de la Rúa. Pero los manifestantes tampoco se olvidaron de criticar esta madrugada a los empresarios, banqueros y dirigentes sindicales. "Adónde está que no se ve esa famosa CGT", entonó la multitud en Plaza de Mayo. Después llegarían los activistas, y lo que había sido una protesta pacífica terminó envuelta en gases, balas de goma y fuego en las mismísimas puertas de la Rosada.
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