Año CXXXV
 Nº 49.343
Rosario,
viernes  28 de
diciembre de 2001
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El equipo de Teglia cayó por un contundente 6 a 1 ante River, que se quedó en las puertas del título
Central recibió el golpe de gracia
Cerró un año muy malo con una derrota muy dolorosa que amerita un profundo análisis interno

Alejandro Cachari

Cuál será la pesa que incline más la balanza? ¿Cuál de las dos será más pesada? ¿La que se engorda con una propuesta que conlleva una lógica necesidad de trabajo y fundamentalmente de tiempo? ¿O la que se coloca en uno de los brazos de la misma balanza después de recibir 6 goles en la última fecha del campeonato? Se debe dejar estricta constancia de que la media docena sólo se produjo por obra y gracia de la bonhomía millonaria y la entendible abulia con la que el equipo de Ramón Díaz afrontó la última fecha, demasiado convencido de que la suerte estaba echada.
River apabulló a Central por 6 a 1 en un partido que pudo tener un resultado mucho peor. Cómo sacar de este brete a un grupo que, más allá de la dolorosa y desestabilizadora goleada, no mostró demasiados síntomas de crecimiento; más bien una involución que hasta hizo olvidar drásticamente todo lo bueno que había insinuado este equipo de Teglia siempre desde lo espiritual, a veces desde lo futbolístico y nunca desde los resultados.
Tres goles de Cardetti, un cabezazo de Guillermo Pereyra, un golazo de Ortega desde afuera del área y una definición sutil y preciosa de Damián Alvarez fueron los golpes durísimos que recibió ayer el equipo de Teglia en el Monumental. Uno al minuto, otro sobre el final del primer tiempo, dos más en el inicio de la segunda etapa. Otro antes de los 15 y el moño de Alvarez a cinco minutos del cierre. Antes, durante y después sólo pareció que River podía hacer lo que quisiera cuando se le antojara.
Es que puede resultar muy alentador que se priorice el trato de la pelota y una propuesta ofensiva, pero resulta devastador si no se complementa con un par de ítem básicos para estar a la altura de la primera división.
La anterior sentencia podría hasta considerarse grosera si no se incluyera como atenuante la endeble situación institucional que no permite sentar las bases en ninguna parte, porque el club todo está montado sobre arenas movedizas. Pero lo cierto es que si se cumple con el ejercicio de extraer del contexto institucional el partido de ayer con River, se puede comprobar, dolorosamente, que este Central deberá producir un giro de 180 grados dentro de la cancha para hacerse competitivo.
Resulta exasperante, cuando debiera ser gratificante, ver a un equipo toquetear y toquetear la pelota con los rivales acosados por el desconcierto, pero sin siquiera un gramo de potencia ofensiva. Resulta casi desagradable determinar que Central no le hace un gol ni al arco iris, pero es la sentencia popular más abarcadora para intentar explicar la sensación que deja dentro de la cancha.
El equipo de Teglia dominó intrascendentemente a River durante un buen rato, pero se cayó a pedazos cada vez que la pelota se instaló en las espaldas de Rivarola. Tuvo en Javier García a un intérprete interesante por momentos, pero se olvidó de patear al arco. Absorbió casi todos los golpes que le tiró River -esto sólo cuando el partido se parecía a una lucha medianamente pareja- en la red de Tombolini.
Todo depende del cristal con que se mire, pero en ningún caso debe soslayarse el resultado de ayer. Sólo de esa manera podrán, los responsables, buscarle la vuelta a una crisis que ahora se amplió a lo futbolístico y acerca algunos riesgos en la tabla de los promedios.
Seis a uno. ¿Habrá espaldas para bancar el proceso después de semejante resultado? ¿A quién o a quiénes corresponde ponerle el pecho a las balas? ¿Habrá chaleco para bancarlo? El fin de año no podía ser peor para Central. Pero siempre se puede estar peor. Por ejemplo, si no se hace una debida lectura de las causas que llevaron al equipo a regresar a Rosario con media docena de goles en la última fecha del campeonato.



Pierucci se cae y pierde la pelota con Garcé.
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