Marcelo Roncarolo
Sin deslumbrar, pero dejando en claro que fue superior al resto, Racing quebró una nefasta racha de 35 años sin ganar un título en el país al coronarse campeón del Apertura. Los datos estadísticos que arroja la exitosa campaña de la Academia son elocuentes: sobre 19 partidos, ganó 12, empató 6 y sólo perdió 1. Y, ante la contundencia de los números, después de más de tres décadas de sueños postergados y frustraciones que incluyen un descenso de categoría, la epidermis del cuadro dirigido por Reinaldo Merlo se torna impermeable a las críticas que arrecian sobre la vistosidad de su juego. Sustentado en una monolítica última línea, conformada por hasta cinco jugadores (Francisco Maciel, Gabriel Loeschbor y Claudio Ubeda, más los laterales-volantes Martín Vitali y Gerardo Bedoya o Carlos Arano), un laborioso mediocampo en el que su atípico armador es José Manuel Chatruc y tres delanteros sin mucho poder gol, como Carlos Maximiliano Estévez, Diego Milito y Rafael Maceratesi,ningún rival lo superó holgadamente, salvo Boca (1-3) en La Bombonera. Pero, inmediatamente, superó ese tropezón y volvió a ponerse de pie con la goleada (4-1) que le propinó a Gimnasia y Esgrima La Plata, en uno de sus rendimientos más sobresalientes. Inició el torneo con una complicada victoria (2-1) ante Argentinos, acaso como si fuera una impronta para su porvenir, ya que sufrió en el infartante -por lo agónico- empate como visitante contra Independiente (1-1) y en los sucesivos triunfos ante Newell's (2-1) y Talleres (2-0). Al igual que en el 0-0 ante Belgrano o el 1-0 frente a Huracán. La gran diferencia en el recorrido albiceleste hacia el título se produjo en la goleada a San Lorenzo (4-1), al redondear su mejor actuación de la temporada. Fue la que lo catapultó a sumar de a tres frente a Unión (2-0), Colón (2-1) y Estudiantes (3-2), este último en formidable reacción durante la etapa complementaria, tras perder 2-0. Muy parecida al 4-4 con Nueva Chicago y el empate con River (1-1). El equipo que dirige Merlo posee una gran virtud: su gran contracción al trabajo durante la semana, que lo refleja en cada partido con el formidable estado físico de sus jugadores, que le permitió remontar resultados adversos. Y, por más que no deslumbre con exquisiteces, no hay que soslayar que su plantel se armó en los mismísimos prolegómenos del Apertura, sin figuras descollantes ni -en especial- un armador que se destaque por su habilidad, luego de superar angustiosamente la posibilidad de jugar en la zona de promoción. Como lo declaran sus jugadores, "Racing en conjunto es la gran figura". Y esa también es otra arista para destacar. El continente supera el contenido, el equipo produce que cada jugador sobresalga individualmente, por lo cual aparece la innegable influencia de Mostaza. Merlo, además, con su discurso y la metodología del "paso a paso" logró bajarle decibeles anímicos a los momentos clave del torneo. Y recién pronunció la palabra "campeón" para inyectarle confianza a sus dirigidos tras la incertidumbre que generó el empate sin goles ante Banfield, o después de una victoria poco convincente contra Lanús, un endeble oponente que ni siquiera logró inquietarlo. Por último, el principio de ordenamiento institucional, a partir del gerenciamiento del fútbol -cuyo control ejerce la empresa Blanquiceleste SA- también obró positivamente en la trayectoria ascendente de Racing hacia la conquista del título. A diferencia de lo ocurrido en los últimos 35 años, el club de Avellaneda -aún en proceso de emerger de un quebranto judicial- no fue noticia por el incumplimiento con los futbolistas en el pago de salarios, premios y primas contractuales. Para empezar, en los albores del año 2001, no fue poco... teniendo en cuenta la recompensa.
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