Año CXXXV
 Nº 49.342
Rosario,
jueves  27 de
diciembre de 2001
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Opinión
Una jugada que sobrepasa la transición

Zulma Richart

Con todo el folclore peronista y una hiperactividad no vista en los últimos dos años, Adolfo Rodríguez Saá logró marcar el abismo que lo separa de la administración delarruista y sentó su sello personal con un nuevo estilo que con sólo alcanzar alguna de las propuestas que lanzó pone en duda que su gestión tenga un plazo de más de 70 días.
En el entorno de El Adolfo, como lo suelen llamar, circula una propuesta de llamar de una consulta popular para determinar si el electorado quiere concurrir a los comicios del 3 de marzo para nominar la fórmula, que deberá completar el mandato de Fernando de la Rúa.
En caso contrario, Rodríguez Saá permanecería hasta el 10 de diciembre del 2003 y con eso se caerían las expectativas de la larga lista de candidatos, como Carlos Ruckauf, Carlos Reutemann, José Manuel De la Sota, Néstor Kirchner, y Ramón Puerta, entre otros.
Aunque por el momento sólo fueron anuncios, el presidente ametralló en cada intervención pública con una serie de osadas medidas con la intención de responder a las demandas que los diferentes sectores venían reclamando desde hace dos años.
La derogación de la controvertida reforma laboral (teñida por presuntas coimas en el Senado para conseguir su aprobación), la fijación de un tope de 2.400 pesos para las jubilaciones de privilegio, la convocatoria al Consejo del Salario, la discusión sobre el futuro del Pami con los trabajadores y la eliminación de la reducción del 13 por ciento en los jubilaciones y pensiones fueron algunas de las promesas que repartió ayer.
Rodríguez Saá fue cubriendo casi en forma estratégica los diferentes espacios: desfilaron por la Casa de Gobierno desde las Madres de la Plaza de Mayo hasta los piqueteros, con la inclusión de la firma de los 116 mil puesto de empleo para todas las provincias, las organizaciones intermedias y los desocupados.
Son demasiados anuncios para el breve interinato que le tocó en el intento de descomprimir la interna del PJ impregnada por las aspiraciones presidenciales de más de un gobernador, incluido el propio Rodríguez Saá.
"Hay conversaciones subterráneas para sondear las posibilidades de que El Adolfo se quede hasta el 2003", admitieron más de un funcionario del gobierno, aunque públicamente repiten que son respetuosos de los acuerdos con el resto de los mandatarios de las provincias chicas y las grandes.
Mientras tanto, las cacerolas están a mano de la gente que con su marcha ruidosa del 19 de diciembre logró la renuncia del Domingo Cavallo y de Fernando de la Rúa y que amenaza en recurrir al mismo método si no son escuchados. Las principales demandas son el pago a los jubilados y el fin del corralito para los depósitos.
La celeridad del gobierno contrasta con la casi desdibujada imagen del radicalismo que, frente a la encrucijada de la elección de marzo, no sabe si presentarse un candidato o varios o abstenerse.
La jugada de Rodríguez Saá es sin duda a todo o nada, promesas a diestra y siniestra y la habilidad de comprometer a todas las corrientes internas del PJ.
En el medio la gente, como el fiel de la balanza, con decisión propia y como protagonista de la historia. Una cuestión que no debería pasar inadvertida para la dirigencia.


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