Se sienta visiblemente inclinado, apenas puede sostenerse de pie, sus manos y su voz tiemblan; pero el Papa Juan Pablo II, aquejado del mal de Parkinson, se presentó esta Navidad como un luchador de la paz. Tampoco el temor a un atentado de extremistas islámicos, que puso en alerta máxima a la policía italiana, se hacía notar en el Sumo Pontífice, de 81 años. A pesar del consejo de sus médicos, sometió a su cuerpo a los esfuerzos de la Misa de Gallo, y pocas horas más tarde impartió la solemne bendición Urbi et Orbi en la plaza de San Pedro, ante decenas de miles de fieles. Sin embargo, el miedo a un atentado terrorista era evidente. Toda persona que deseara asistir a la Misa de Gallo, anteayer por la noche, o escuchar el mensaje navideño del Papa ayer, debió pasar un exhaustivo registro individual con detector de metales se permitía la entrada. Mientras que todos los lugares de la basílica permanecieron ocupados hasta bien entrada la noche del lunes y muchos fieles seguían desde la plaza la misa, la concurrencia a la bendición navideña fue mucho menor que en ocasiones anteriores. Esta vez, el Papa debió bendecir rodeado por una impresionante custodia policial. (DPA)
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