Alvaro Torriglia
La renuncia del presidente Fernando de la Rúa puso fin a un modelo económico, político y social que venía resquebrajándose desde hace varios años. La conformación del nuevo gobierno se produce en simultáneo con la definición del nuevo plan para salir de la crisis, aunque al cierre de esta edición todo parecía encaminarse hacia un modelo que partiría del abandono de la convertibilidad y el paso a un régimen de flotación cambiaria. Los caminos de salida se traducen en distintas interpretaciones desde los referentes del sector agropecuario, pero algunas puntos son coincidentes: la clase política debe reconstruir su capacidad de conducción a partir de una nueva legitimidad, que incluye profundas reformas en la forma en que se distribuye el gasto público; la feroz inequidad económica (condición objetiva de la rebelión de la última semana) no debe ser desatendida y el apoyo decidido a la producción es la fórmula de recuperar la dinámica de reactivación económica. Condiciones todas que no por indispensables son fáciles de abordar al mismo tiempo. Ese será quizás el arte que deberá encontrar el nuevo gobierno: recrear un nuevo contrato social con la gente. Otra convicción es que el complejo agroindustrial, responsable de la mitad de las divisas genuinas que ingresan al país, está en condiciones de ponerse al frente del esfuerzo privado para recuperar un proyecto estratégico de desarrollo económico. Las entidades que agrupan a los productores y a las industrias del sector ya están on line para analizar y acercar propuestas a las nuevas autoridades. Las propuestas no son necesariamente coincidentes y seguramente habrá disputas en torno del nuevo modelo económico. Lo que está claro es que estas discusiones tendrán que tener como marco ineludible una fuerte búsqueda de consenso, la tarea del momento.
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