Año CXXXV
 Nº 49.336
Rosario,
jueves  20 de
diciembre de 2001
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El estallido. El temor a los saqueos se trasladó desde los barrios a la peatonal
La psicosis paralizó el comercio en el microcentro

Walter Palena

A media tarde y alertados por los rumores de inminentes saqueos, la mayoría de los comercios del microcentro bajaron ayer sus persianas. Los pocos que se animaron a seguir atendiendo al público, lo hicieron bajo estrictas medidas de seguridad y con las rejas a medio cerrar por si se concretaba la amenaza tan temida. Nada sucedió, pero la sensación de vulnerabilidad se estampó en los rostros de comerciantes y peatones: una postal de la psicosis que se alimentaba con las noticias del desmadre social que llegaban desde el sur y el oeste rosarino.
"Vienen para acá" ó "Dicen que ya cruzaron Pellegrini". Bastó que alguien pronunciara alguna de esta dos frases para que en menos de una hora la actividad comercial en el centro quedara literalmente paralizada.
Un grupo de comerciantes se congregó en la esquina de Sarmiento y Córdoba. Primero fueron en la búsqueda de información de un policía que habitualmente patrulla a pie la peatonal. Pero al no recibir ningún dato concreto, resolvieron en una miniasamblea cerrar sus negocios.
Mientras eso sucedía, la gente que se encontraba en la calle caminaba nerviosa, como si estuvieran presenciando el preludio de una hecatombe. Algunos hablaban por sus celulares con familiares. "No salgan de la casa. Voy en camino para allá", se escuchó decir a un hombre mientras aflojaba el nudo de la corbata y abordaba un taxi. Otros utilizaron el teléfono público. Todos, con menor o mayor muestra de temor, querían llevar tranquilidad a sus hogares.
Las vidrieras de las casas de electrodomésticos, protejidas por rejas, fueron el lugar elegido de concentración de los pocos que transitaban la peatonal Córdoba. "Argentina en estado de sitio", despedían los televisores, con el fondo de un rojo intenso. Enfrente de un local, los empleados se apuraron a tapar la vidriera con papel y colocaron un cartel de "se alquila" garabateado desprolijamente con un fibrón.
En la habitualmente bulliciosa calle San Luis todo era silencio. A las 18 en punto, un comerciante que acababa de sellar la puerta con un candado le dijo a La Capital: "No sé si vuelvo a abrir". Las dos empleadas se fueron detrás de él con la misma incertidumbre.



En el centro se cerraron masivamente los locales.
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