José L. Cavazza
25 de Mayo de 1937. En la algodonera Flandria, pegadita a Luján, nació una banda de músicos que lleva ya tres generaciones. Por aquellos años, un tal Julio Steverlynk, un inmigrante belga que decidió materializar aquí su sueño de América, fundó la banda de música con los empleados de su fábrica de hilados, en pleno apogeo de la industrialización argentina. Don Julio guiaba sus negocios bajo las directivas de la encíclica papal Rerum Novarum , de León XIII que, escrita el 15 de Mayo de 1891, trata sobre el problema obrero, criticando las posturas extremas de capitalistas y socialistas y proponiendo una solución cristiana a la situación de los trabajadores pagaba sueldos superiores al mercado. La banda de música era reflejo y orgullo de la fábrica Flandria. Pero la algodonera apagó su chimenea en 1996. El año pasado tres jóvenes realizadores argentinos -Fernando Molnar, Sebastián Schindel y Nicolás Batlle- rodaron un documental sobre esta banda de obreros-músicos creada hace más de 60 años que hoy, con la fábrica ya cerrada, sigue tocando. "Rerum Novarum", que se estrena hoy en el Village, gira en torno a las entrevistas con los miembros de la banda, los recorridos por los talleres abandonados de la fábrica, los ensayos y presentaciones y algunos testimonios, fotográficos y fílmicos, de la época de esplendor de este pequeño enclave que alguna vez fuera símbolo del orgullo de una nación pujante. En este sentido, la película podría ser un testimonio doloroso por el contraste entre una época de prosperidad de la fábrica -y sobre todo del país- con las imágenes de galpones vacíos, máquinas derruidas, las puertas con candados de una actualidad de empobrecimiento y desempleo. Por su personalidad carismática, Américo Alvarez Aguirre, percusionista de 80 años, se convirtió en el virtual protagonista de "Rerum Novarum". Actualmente la banda congrega a tres generaciones de músicos -la mayoría amateurs- que fueron, a excepción de los más jóvenes, empleados de la fábrica. Nietos tocando junto a sus padres y abuelos. Adolescentes y octogenarios y toda la gama de edades en el medio. En un pueblo devastado por la recesión, donde cada uno sobrevive como puede desde que se cerró la fábrica, la banda es un elemento de cohesión, un medio -y un fin al mismo tiempo- de mantener alto el espíritu, de seguir luchando aunque la adversidad sea grande, de educar a los más jóvenes para que no se den por vencidos. "Rerum Novarum" también significa la continuidad de la saga de documentales sobre grupos musicales o solistas iniciada por "Buena Vista Social Club" de Wim Wenders y seguida por filmes como "Calle 54", de Fernando Trueba, y "Cuba feliz", de Karim Dridi. Realizada de manera independiente y con pocos recursos, "Rerum Novarum" fue dirigida por tres jóvenes argentinos egresados de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc). el filme obtuvo el premio de 30 mil dólares en el Concurso de Postproducción cinematográfica para Latinoamérica y el Caribe. "Una historia muy rica" El origen de la película tuvo que ver con el azar. Según cuenta a Escenario Nicolás Batlle, uno de sus realizadores -que promedian los 25 años- llegaron a Jáuregui, cerca de Luján, buscando la materia prima de un documental sobre la relación del fútbol infantil con la violencia familiar. Pero la inquietud de un vecino de este pequeño pueblo de 5 mil habitantes cambió el eje del trabajo de los jóvenes. "¿Escucharon hablar de la banda de Flandria?", les preguntó. A partir de esto, hacia allá fueron los cineastas. Algo parecido había hecho el director británico Mark Herman con "Tocando el viento", la historia de una banda de metales de obreros que luchaban por sobrevivir al cierre de una mina en la dura era thatchereana. Pero aquella película, protagonizada por Ewan McGregor, era un filme de ficción. -¿Qué diferencia a "Rerum Novarum" de las demás películas documentales sobre grupos musicales como "Buena Vista Social Club", "Calle 54" y "Cuba libre"? -La primera diferenciación con los documentales en general es romper el prejuicio de que los documentales son aburridos, con esos personajes mirando a cámara. "Rerum Novarum" es entretenida y fundamentalmente es una historia muy rica, con varias líneas de relato, personajes muy atractivos y particulares. Con respecto a la diferencia con "Buena Vista" es que nuestro filme es una historia muy argentina, y el centro de la película es un poco la historia del país a través de la historia de una banda de música. Hubo inmigrantes que llegaron al país, fábricas que abrieron, hubo pleno empleo y un proyecto de país durante muchos años que contrasta con la última parte de la historia, con cierre de fábricas, pérdidas de empleos y la desintegración social. La banda de música es casi una excusa en el filme. -¿El argumentoes se parece al de la película inglesa "Tocando el viento"? -Es cierto, "Tocando el viento" es muy similar en su argumento, pero "Rerum Novarum" es una historia real que ocurre a una hora de autopista de Buenos Aires y esa banda sigue tocando. En el teatro Tita Merello proyectamos la película y luego tocó la banda. Para nosotros esto es muy importante para demostrarle al público de que la banda existe. Nuestro filme fue el producto de nuestras ganas de hacer documentales y la necesidad imperiosa de los miembros de la agrupación musical de contar su historia. -¿No se les cruzó en algún momento hacer un filme de ficción con esa materia prima encontrada? -No, porque cuando terminamos nuestros estudios en la Enerc teníamos ganas de experimentar dentro del documental, un género poco explotado y que hoy está resurgiendo bastante. El documental, como lo vemos nosotros, tiene muchas cosas parecidas a la ficción, porque en definitiva también es una construcción, hay personajes, conflictos y diferentes líneas de relato, es decir, ambos formatos son dos formas diferentes de aproximarse a la realidad. A nosotros, este filme nos enseñó de que la realidad te sorprende siempre. -El formato documental qué ventajas y qué desventajas o limitaciones tiene para contar una historia de este tipo? -El documental casi no tiene ninguna limitación. El documentalista tiene que ser como un cazador, siempre atento al momento maravilloso en que se produzca esa especie de revelación, por eso filma muchísimo tiempo. Nosotros teníamos casi 40 horas de material en bruto para una película que dura una hora quince minutos. Y tenés que contar con un equipo que juegue de memoria, sobre todo porque el guión de un buen documental se termina de armar en la postproducción.
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