"Donde hubo fuego, cenizas quedan" dice el refrán y hay mucho de cierto en ello. Los jugadores del Barbarians Classic y de Jockey Classic fueron una muestra cabal de que cuando hay madera no hay nada que hacerle. Pueden pasar los años pero ese fuego interior que distingue a los privilegiados del resto siempre está. Ayer lo demostraron a pesar de que, en forma de chanza, muchos en la tribuna dijeron que para tomar el tiempo no se necesitaba un reloj sino un almanaque. Viejas costumbres volvieron también al césped. Se pudo ver a Santiago Mesón, haciendo "el pocito" para apoyar la pelota antes de patear en vez de usar arena ó un tee; a Marcelo Valesani ganando en lo alto de la hilera varias pelotas y a Sebastián Salvat y Luisito Eliseche (entre tantos otros) regar su experiencia por toda la cancha. Los dueños de casa no se quedaron atrás. La velocidad del interminable John Shoobridge, la capacidad de Guillermo del Castillo, o las ganas de ir al frente de Mariano Baraldi, Nico Ponte o del "Goldo" Manavella aportaron en justa medida su granito de arena para que el partido tuvieron el gran brillo que tuvo.
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