Claro, de alguna manera los mercantiles tenían que sacarse la bronca contra los efectos que la aparición del dinero plástico tuvo en las ventas y en el bolsillo de todos. Por eso, la columna de los empleados de comercio tuvo ayer más convocatoria que en las huelgas anteriores. Es que no sólo los empleados salieron a la calle, sino que se sumaron comerciantes, estudiantes, agrupaciones de izquierda y los empleados del Tigre, que recorrieron el centro de la ciudad despotricando contra el gobierno. Así, al menos por un rato, muchos rosarinos descargaron toda su impotencia y hubo quienes lo hicieron desde los balcones de sus casas con cacerolas y banderas. Entre redoblantes y bombas de estruendo, el presidente Fernando de la Rúa -para algunos Fernando de la Duda- y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, fueron una vez más el blanco de todos los insultos. El supermercado Coto de Urquiza al 1600 fue la primera parada. Aunque el local estaba cerrado, una vecina comentó: "Hace 15 minutos vi que venía gente con bolsas, así que recién cerraron". La escena se repitió tanto en el Coto de Presidente Roca y 3 de Febrero como en Falabella, que por la mañana y unas horas después de la manifestación abrió las puertas. "Si la gente no se mueve ahora, estamos muertos", se quejó Rodolfo, un empleado de comercio. Y la gente salió. Algunos a la calle y otros, aunque más no sea, aparecieron en los balcones para hacer sonar, igual que anteanoche, sus cacerolas. Sólo una verdulería de España al 700 tenía sus puertas abiertas. "¿Qué pueden perder, si en estos días no se vende nada?", protestó una mujer ante uno de los empleados.
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