Setenta y cinco años de vida carga sobre el lomo el estadio municipal Jorge Newbery. A partir de 1926, miles de jóvenes y adultos encontraron en ese reducto un simple lugar de esparcimiento, pero con el tiempo llegaría el surgimiento de grandes atletas. Durante 30 años sólo recibió el nombre de estadio municipal, hasta que el 20 de noviembre de 1956, por intermedio de un decreto del comisionado municipal Juan Espiro de Larrechea, el predio tomó el nombre de Jorge Newbery. En los considerandos del decreto se puso de relieve la personalidad del extinto, agregando en su parte final que "su nombre debe perpetuarse para que sirva de evocación y ejemplo a las generaciones presentes y futuras y acredite ejemplos suficientes para figurar en la nomenclatura de las dependencias municipales". Y a lo largo de su historia vivió momentos totalmente dispares. En 1948 el tema central pasaba por la suciedad, el abandono y la falta de nombramiento del personal necesario para que el estadio funcionara como es debido. Años más tarde (1955) y según notas periodísticas de la época, el estadio pasaba a ser parte de "todos" y no de un sector de jóvenes de elite con "incipiente capacidad para intervenir en competencias de cierta trascendencia". Si hasta hubo un proyecto -en 1970- para que el estadio brinde una mayor comodidad a los deportistas rosarinos. Items que sobresalen en la historia del estadio municipal Jorge Newbery. Datos históricos, sólo eso. Como la idea de hace algunos años de construir la pista sintética, la que ayer se hizo realidad para alegría de muchos. El deporte, agradecido.
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