Considerado como uno de los equipos más fuertes de Europa, pese a no haber sido colocado dentro del lote de los cabeza de serie, el seleccionado inglés de fútbol hará descansar sus pretensiones de llegar lo más arriba posible en la sabiduría de un técnico ganador como el sueco Sven Goran Eriksson, en la calidad individual de un jugador distinto como Michael Owen y en el espíritu solidario y aguerrido que siempre caracterizó a los conjuntos de la Rosa. Junto a Portugal, a priori Inglaterra era uno de los conjuntos a los que ninguno quería enfrentar. ¿Por qué? Porque reúne potencialmente a un grupo de jugadores capaces de amargar al más pintado, a partir de la experiencia y el roce internacional con el que cuentan. Además, sentado en el banco de suplentes, estará un entrenador victorioso de mil batallas como el sueco Eriksson, quien -por si fuera poco- conoce bien los movimientos de algunos jugadores que integran los equipos adversarios: dirigió a los argentinos Matías Almeyda, Diego Simeone, Hernán Crespo y Claudio López en Lazio de Italia ganadora del scudetto en el 1999-2000, al margen de estar compenetrado con el trabajo que realizan sus compatriotas Lars Lagenback y Tommy Soderberg en el seleccionado de su país. Al igual que Marcelo Bielsa, Eriksson es reconocido por su capacidad analítica, por su temperamento frío (de hecho, uno de sus apodos es Iceman, cuya traducción al español significa hombre de hielo) y por su condición de saberle extraer a sus jugadores el mejor jugo posible, argumento que lo ha hecho merecedor también del apelativo de Zorro. Cuando el sueco tomó el elenco nacional de las islas británicas reinaba la confusión: no había triunfos y la clasificación en el grupo 9 de Europa parecía imposible. Sin embargo, el también ex técnico de Roma, Sampdoria y Fiorentina le imprimió al seleccionado la suficiente dosis de motivación como para ganar tres partidos consecutivos y ponerlo nuevamente en condiciones de alcanzar la clasificación. El punto de inflexión, o más bien, el examen que determinó el nivel que podía asumir el conjunto inglés tuvo lugar en Frankfurt, en el mismo curso de las eliminatorias europeas. Con un estilo calculador y punzante, Inglaterra demolió como visitante a Alemania por 5 a 1 y con ese triunfo se aseguró buena parte de su futura calificación directa para el certamen asiático. Y en ese encuentro apareció en toda su dimensión otro de los genios de Liverpool (al margen de Los Beatles), como el ambidiestro ofensivo Michael Owen. Además, a diferencia de otros equipos, Inglaterra no posee como único argumento ofensivo el hecho de tirar centros y buscar a los cabeceadores (Robert Fowler, Andy Cole o Emile Heskey, por casos). Ahora, la formación británica busca salir por abajo, cuidar la pelota y progresar a partir de la presión que ejerce en campo contrario. Y es allí, en la citada presión, en la que el equipo deposita su tercera carta de triunfo. La solidaridad y el espíritu combativo son características que los británicos buscan no perder (más allá de ciertas flaquezas anímicas exhibidas en el pasado, sobre todo en competencias mundialistas) y las que alimentan su ilusión de estar prendidos en la conversación, aun cuando no ingresen en el lote de los máximos favoritos. (Télam)
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