Aarón Castellanos. - Luz, agua y catamarán. La gente de la zona espera impaciente estos tres servicios para recuperar algo de la calidad de vida arrebatada por La Picasa. Tres años bebiendo agua de pozo de pésima calidad, un mes con luz eléctrica prestada y la ruta hacia Rufino como única salida lógica de tierra firme podrían superarse en los próximos días.
Buzos del Batallón de Ingenieros Anfibios 128 del Ejército trabajan en la oscuridad de las zonas inundadas para reparar el acueducto que hace tres años se rompió cuando la empresa Nuevas Rutas trataba sin éxito de salvar la ruta 7. Desde entonces la gente tomó agua de pozo, en muchos casos, con filtraciones de aguas servidas. Hubo un intento de arreglo, pero una lancha chocó y volvió a inutilizar los caños.
Un informe del Servicio Potabilizador de Aguas Rurales dio cuenta de la alta contaminación del lugar. "Chocolate por la noticia", dijo el jefe comunal Eduardo Salleras que respondió. A veces sale agua con olor a podrido pero, aunque con frecuentes diarreas la salud general aún resiste.
El responsable del grupo de buzos, Pablo Carreto, explicó que el objetivo es localizar la cañería rota a cinco metros de profundidad para reflotarla, arreglarla y sumergirla nuevamente. Lo más difícil es encontrar el caño averiado en aguas donde no hay visibilidad. "Es como estar ciego, uno se maneja con el tacto", comentó.
Otro problema es la energía eléctrica: el 25 de octubre el pueblo se quedó sin luz tras caer las líneas cuyos postes quedaron en medio del agua. Desde entonces la EPE proveyó un generador con una autonomía de 12 horas. "El gasoil tenemos que pagar nosotros, eso es lo difícil", explicó Salleras.
"Aarón Castellanos será lo que sobreviva a la guerra nuclear", ironizó eljefe comunal al repasar la serie de dificultades concatenadas en el marco de la crisis general argentina. Hace cuatro años encaró una obra básica para proveer al pueblo de agua potable con un pozo de provisión seguro ubicado en su campo, La Margarita. Es un acueducto de 13 kilómetros y una red pública de cinco kilómetros con 31.405 pesos.
Un puerto en la ruta 7
Para mitigar el aislamiento, Salleras consiguió que un vecino de Venado Tuerto, Daniel Tortolo, pusiera a disposición un catamarán. La embarcación fue probada pero aún flota en la orilla de la ruta 7, hoy por hoy un puerto improvisado para las lanchas. Para habilitar el transporte se necesitan al menos diez salvavidas, indispensables para la seguridad de los pasajeros. Pero la comuna no puede comprarlos y espera un aporte solidario para conseguirlos.
Una vez en acción, el recorrido del catamarán abarcaría Diego de Alvear, Aarón Castellanos y Rufino. Llevaría a quienes viven o trabajan en campos cercados por el agua, o con caminos inutilizados, como sucede con el desvío alternativo de la ruta 7, que corrió la misma suerte que el camino principal: se anegó.
Es importante que el catamarán funcione cuanto antes, ya que la seman próxima se levanta la veda para la pesca comercial y no habrá lanchas para el traslado solidario de la gente, como la lancha "Los Biguá", que funciona como taxi acuático recorriendo diariamente 60 kilómetros llevando pasajeros entre los pueblos. El remís es de tres pescadores que se ganan la vida vendiendo pejerreyes para Mar del Plata y Capital Federal.