José M. Petunchi
Tan cerca y tan lejos. Tan parecido y con tantas diferencias. Parece mentira que sea el mismo equipo. Y mucho más que sólo hayan cambiado un par de nombres. Pero evidentemente este Newell's modelo 2001 de Juan Manuel Llop ha mostrado una característica distintiva: su notable irregularidad. Arrancó como para llevarse el mundo por delante, luego estuvo a punto de naufragar el proyecto del Chocho por la nefasta -e insostenible- seguidilla de siete partidos sin poder ganar y ahora lleva una racha de cinco partidos sin conocer la derrota (triunfos ante Lanús, Argentinos, Talleres y Huracán y empate ante Central). Antes sacó 1 punto sobre 21 y ahora lleva 13 sobre 15. Un equipo sin medias tintas. Cuando un equipo pasa del blanco al negro -o viceversa- con tanta facilidad se puede hablar de varios factores. De virtudes y defectos. De aciertos y errores. Pero el aspecto que desequilibró la balanza en favor de la mejoría en el rendimiento y que tiene a los rojinegros en pleno ascenso es el crecimiento y maduración del grupo, apuntalado fundamentalmente en el notable nivel que viene evidenciando el interminable Julio César Saldaña, el líder indiscutido dentro de la cancha y el referente obligado fuera. Larry juega y hace jugar al equipo. Es la cuota de inventiva e imaginación que tiene el equipo. Es el eje y el conductor indiscutido. Y cuando Julio juega, Newell's tiene otro volumen de juego. Un crecimiento silencioso pero por un camino menos sinuoso del que transitó hasta hace poco. Porque este equipo dio un salto de calidad, producto de la madurez que adquirieron algunos de sus jugadores y que lógicamente repercute en el rendimiento colectivo del conjunto. También en la virtud del técnico para reconocer algunos errores y revertirlos sobre la marcha. Como el acertado cambio de Luque por Palos en el arco, o el de Grabinski por Domínguez en la última línea, entre otros, con los que achicó el margen de equivocaciones que venían cometiendo hace algunos encuentros. Ni que hablar de la incomprensible -e imperdonable- decisión de haber marginado del equipo a Saldaña. La levantada de Newell's se sustenta también en otras bases sólidas, porque ha evidenciado una mejoría en todas sus líneas. Encontró en Diego Luque -aunque ante Huracán se lo vio dubitativo- la seguridad que antes no tenía, en Nicolás Pavlovich a un delantero más pensante y determinante para el planteo del Chocho. De esos jugadores incómodos y molestos para los defensores. A ellos se les suma la solvencia y mayor aplomo que viene mostrando desde hace un tiempo Fernando Crosa, por lejos lo más firme del fondo rojinegro; el despliegue incansable de Leonardo Ponzio, y la presencia inquietante de la Fiera Rodríguez. Mejor acompañados por el resto en los últimos cotejos. Y si finalmente Mauro Rosales se decide, como ante Huracán, a dejar de lado las insinuaciones y pasar al plano de las concreciones, este equipo podrá darle pelea a cualquiera, al margen de algún resultado momentáneo. Es difícil sostener hasta dónde puede llegar, pero si la base se mantiene no es descabellado que el hincha vuelva a creer que el objetivo que el cuerpo técnico se fijó cuando arrancó el torneo de acceder a alguna copa internacional se pueda cristalizar.
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