Instalados en la esquina de Amenábar y Paraguay, ocho policías siguen de cerca los avatares de La Lata. Son parte de un destacamento móvil montado hace tres meses. En la villa la opinión general es que su presencia mejoró la seguridad, pero en los barrios de alrededor no todos están de acuerdo. Y la policía tiene su propia visión: "Disminuyó el delito, pero sigue estando". Quienes viven cerca de la villa los acusan de no meterse en los laberínticos pasillos de La Lata. Sin embargo, los agentes son rápidos para desmentir esta versión. "Todavía no hay pasillo de villa que se nos resista", afirman taxativamente, y lo que más acentúan es la palabra "todavía". Es cerca del mediodía y hay un clima de cierto relax dentro del trailer. "Es que a esta hora los choros están durmiendo", bromean. Según la versión policial, los delitos que más registran son arrebatos, rotura de vidrios de autos y muchos robos a mano armada, con revólver o cuchillo. "La falta de trabajo es fundamental", señala uno de los agentes intentando explicar el fenómeno. Rápidamente lo interrumpe su compañero: "Eso también es un verso: mis dos viejos están sin laburo pero no les gusta la vida fácil. Porque es cierto que es más fácil ir de caño a sacarle la plata a la gente". La buena imagen que los habitantes de la villa dicen tener sobre el destacamento no se condice con algunas experiencias que relatan los propios policías. "Cuando entramos los pata negra no siempre la pasamos bien, parece que hasta los perros nos huelen y más de uno nos garronea", comenta un agente. -Tanto la gente de la villa como los vecinos de alrededor dicen que ustedes conocen a los delincuentes pero que no hacen nada. ¿Es verdad? -Es que no los enganchás, no sabés en qué rancho viven. Y si parás a uno son unos artistas terribles: dicen que vienen de la escuela, y si les preguntás qué materias dieron también te contestan. Aunque en realidad la mochila que llevan es la que le robaron a otro pibe a dos cuadras. -Además tenemos que cuidarnos mucho porque nosotros podemos quedar mal parados. Cumplimos órdenes. Uno no puede hacer lo que no le dicen que haga. La misma justificación usan cuando La Capital les pregunta sobre traficantes de droga o revendedores de objetos robados. "Debe haber, pero andá a encontrarlos". También registran que ahora los robos se dan entre pobres. "Antes los de Las Flores iban a robar a la zona norte, pero ahora no se respetan más ni esos códigos", afirma un agente. Y también admite que de vez en cuando se sigue cobrando peaje. "Se ponen dos o tres adelante y le piden uno o dos pesos para la gaseosa", sostiene, y rápidamente agrega: "Bah, lo de la gaseosa es un decir". Saben que su presencia permitió contener los hechos delictivos. Y citan como ejemplo la recuperación de motos robadas. Pero tampoco se jactan demasiado: "Si no hubiera más delito ya no estaríamos acá".
| |