Unidos por el espanto de una recesión impiadosa que no dejó sector sin castigar, industriales, sindicalistas, representantes del sector agropecuario, funcionarios y un segmento de la banca decidieron la semana pasada avanzar hacia una agenda común para salir de la crisis. La magnitud de las dificultades que enfrenta la economía argentina llevó por primera vez a todos los involucrados a aceptar públicamente la urgencia de lograr un pacto que para muchos llega tarde pero resulta inevitable transitar.
El mensaje, que se largó en distintas tribunas, fue recogido por el gobierno nacional, y aunque quedó expuesto que fue el sector privado el que organizó el operativo de salvataje, el presidente Fernando de la Rúa intentó esconder una vez más su debilitada gestión poniéndose al frente de la convocatoria y llamando a una concertación que se traducirá en la práctica en una serie de encuentros intersectoriales que largan el jueves. El camino no será fácil y de rosas sólo tiene las espinas. Apenas se apagan los flashes de las fotos quedan al desnudo los problemas que deberá atravesar el pretendido consenso.
Queda claro que ni unos ni otros esperan milagros, pero confían en que dar una señal de unidad nacional hacia adentro y hacia afuera puede sacar de terapia intensiva a la Argentina para llevarla, al menos, a una terapia intermedia. El país vive horas cruciales ya que el próximo viernes vence el plazo para el canje de la deuda pública, una reestructuración en la que el gobierno se juega una de sus últimas cartas, mientras se acortan los tiempos para aprobar el presupuesto 2002 con déficit cero. La foto del jueves, con todos los sectores alrededor de una mesa sumando consenso espera tener su impacto, aunque por lo bajo empresarios y gremialistas también coinciden en que se está jugando en tiempo de descuento. Mientras tanto se preguntan ¿hay un plan posible de construir entre todos?, ¿se puede revertir algo si no se revierte el modelo?, los bancos y las empresas de servicio que hasta hace pocos días se paraban en la vereda de enfrente de los sectores productivos ¿darán finalmente el paso necesario para concretar el acuerdo? ¿cómo implementar una estrategia sin liderazgo?
Aunque todos -De la Rúa incluido- brindaron con la copa en alto por los "consensos" conseguidos, las primeras dificultades salieron a flote justamente durante la Séptima Conferencia Industrial que desarrolló en Parque Norte (Buenos Aires) la Unión Industrial Argentina. Fue allí donde se delineó una primera agenda propuesta por los empresarios, los gremialistas, las universidades y un sector de los bancos (el representado por Abapra con un tibio apoyo de ABA) y fue también allí donde el gobierno lanzó la convocatoria para los encuentros que se inician el jueves. Cada parte hizo su lista de puntos a discutir a partir del 29, pero una mirada rápida permite advertir que las prioridades no siempre coinciden.
Primer round. El gobierno se apuró en aclarar que el modelo económico no entrará en discusión, cuando en esa misma conferencia se distribuyó una encuesta que arrojó como resultado que la mayoría de los grandes empresarios, profesionales, sindicalistas, opinan que para salir del pozo debería cambiar sustancialmente el modelo.
Segundo round. El menú a consensuar, según lo planteó De la Rúa se compone de: canje de deuda, equilibrio fiscal (déficit cero), política social, reactivación, inserción de Argentina en el mundo y reforma del Estado, en ese orden. Para los industriales y compañía las urgencias pasan por: revalorizar el rol de la producción, recuperar la demanda interna, impulsar la redistribución del ingreso, corregir la distorsión de los precios relativos, construir la aniquilada identidad nacional.
Tercer round. El gobierno no quiere ni escuchar hablar de la salida de la convertibilidad, y ni siquiera acepta una discusión en torno a la aplicación de un sistema de flotación cambiaria en el mediano plazo. Durante la conferencia de la UIA, el tema estuvo instalado: "La Argentina se debe encaminar hacia un sistema de flotación como el 99% de las economías del mundo", dicen los industriales.
Minutos antes de que De la Rúa lanzara la convocatoria, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, que paradójicamente se llevó la aprobación del auditorio, había dicho: "La protección del sector productivo es un problema muy grave y hace muy bien la UIA en plantearlo con claridad, pero yo adicionaría que no es el único problema. Se requiere otra solución de la que hablan algunos grupos empresarios".
Y hay más. No sólo será complejo que gobierno y sectores privados se pongan de acuerdo, sino que en este último segmento de la economía hay serias e históricas diferencias, las que sin ir más lejos, salieron a la luz con toda la crudeza la semana pasada cuando las entidades financieras, la Bolsa, los grandes comercios, las empresas de servicio y la Sociedad Rural, firmaron una solicitada en la que reclamaban el sostenimiento del déficit cero, un documento que la UIA se negó a firmar aduciendo que sus principales reclamos pasan por otro lado.
El "conflicto" se diluyó un poco cuando durante la Conferencia de la UIA, Eduardo Escasany, presidente de la Asociación de Bancos de Argentina (ABA) -que firmó la solicitada-, buscó algún punto de encuentro aceptando como agenda posible la planteada por los industriales, un gesto que el propio presidente de la entidad fabril, José Ignacio de Mendiguren, tildó de "inédito" y que en los pasillos nadie creyó seriamente.
"Ojalá que cumplan"
"A la gente que invitamos a hablar (en los paneles de la Conferencia) no los trajimos para que digan lo que quieran y después todo quede en la nada. Esto era una mesa de trabajo, no una tribuna, así que espero que cada uno de los que habló haya tomado un compromiso serio", le dijo a La Capital De Mendiguren, en clara referencia a Escasany, con quien mantiene una relación tirante porque el industrial cada vez que puede acusa a los bancos de ser los responsables de buena parte de las desgracias del sector productivo.
En realidad, la presencia de Escasany (muchos dudaban de que efectivamente llegara a participar del panel), y sus palabras, sorprendieron a la cúpula industrial. El banquero propuso a su turno la adopción de "políticas activas" como por ejemplo, los planes de infraestructura pero no tardó en agregar que "el camino correcto es el que se está implementando, con el ajuste de las cuentas públicas y la reestructuración de la deuda".
"Es conocida mi relación con el sector financiero, pero ustedes vieron que ellos vinieron acá (en referencia a Escasany) hablando de parte de ABA cuando yo los había invitado como empresarios. Y fue una buena señal, inédita, lo que yo espero es que los tipos que juraron esto se comprometan", agregó De Mendiguren en un tono un tanto amenazante.
Para el dirigente fabril los consensos no serán fáciles pero justifica su optimismo en un hecho dramático: "Hasta ahora la Argentina se venía sosteniendo con gente que vivía muy bien y gente que vivía muy mal, pero eso, queda claro, no es sostenible en el tiempo. Este país, así como está, hoy ya no le sirve a nadie porque ni siquiera los que fueron los ganadores de este modelo van a poder cobrar una factura de teléfono. Las empresas que invirtieron acá, si esto sigue camino a la destrucción, no le van a poder vender sus activos a nadie. Es un momento triste porque fuimos demasiado lejos pero creo que hoy, ahora, existe la necesidad imperiosa de acordar entre todos".
"¿Los une el espanto?", preguntó este medio, "sí", respondió contundente De Mendiguren.