Nueva York. - Hace poco más de un año, en septiembre de 2000, aviones norteamericanos Predator detectaron y fotografiaron al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, pero no iban armados y no pudieron eliminarlo. Los especialistas de la CIA quedaron sin aliento frente a los monitores encendidos en el cuartel general de Langley: sobre la pantalla estaba el terrorista saudita, tomado "en directo" desde Afganistán por un avión espía mientras visitaba campos de adiestramiento. Si hubiesen tenido el arma adecuada, habrían podido matarlo desde 11.000 kilómetros de distancia, pero el aparato estaba desarmado y la Casa Blanca de Bill Clinton no estaba demasiado convencida de la conveniencia de eliminar a Bin Laden. El terrorista es buscado por la CIA desde los ataques contra dos embajadas norteamericanas en Africa en 1998.
El terrorista había estado en la mira de los norteamericanos varias veces, un año antes del ataque contra Nueva York y Washington, gracias a los Predator, los aparatos sin piloto de suma eficacia, según se reveló en la campaña que se está realizando ahora contra Afganistán. Fue uno de estos aviones, que integraba la dotación de la CIA, el que permitió matar días atrás a Mohammed Atef, uno de los más estrechos colaboradores de Bin Laden.
Más aún, las telecámaras de un avión de reconocimiento a principios de la guerra habían encuadrado también al mulá Omar, el líder de los talibán, pero la orden de ataque no llegó. Si estos aparatos están mostrando su eficacia en la guerra de 2001, en Langley, Virginia, están los que se lamentan por no haberlos utilizado plenamente cuando tenían posibilidades en 2000.
Tormentosa historia
El diario norteamericano Wall Street Journal, citando fuentes anónimas de inteligencia, reveló los entretelones de la tormentosa historia del Predator, un poco elegante avión de 8 metros de largo con una apertura alar de 14, que cuesta 3 millones de dólares el ejemplar pero parece valerlo. Y lo demostró un año atrás, cuando la CIA trasladó en gran secreto un escuadrón a un aeropuerto del Uzbekistán y dio la orden de que volaran sobre Afganistán, en busca de Bin Laden.
Un proyecto -cuenta el diario- que buena parte de la administración Clinton trataba de boicotear porque existía el temor de que uno de los aparatos cayera -ya se perdieron cuatro-, poniendo en situación difícil a EEUU. Además, hubo resistencias y barreras burocráticos en la gestión del Predator entre la CIA y el Pentágono.
Sin embargo, el aparato demostró inmediatamente después de lo que era capaz. Volando lentamente a 7.000 metros de altura, en septiembre de un 2000, comenzó a transmitir imágenes sorprendentes al equipo que lo guiaba en Uzbekistán que, a su vez, transfería la filmación a Langley. Varias veces en las pantallas de la CIA apareció una caravana de Land Rover que entraba en los campos de adiestramiento y varias veces fue tomado un hombre muy alto, con ropas claras, turbante y nutrida barba que bajaba del automóvil rodeado por un ejército de hombres de escolta. Los analistas de la CIA tenían pocas dudas: ese hombre era Osama Bin Laden.
En esa época, el Predator no estaba preparado con dos misiles Hellfire de los que dispone hoy y no había cazas norteamericanos cerca en condiciones de intervenir. En todo caso, la Casa Blanca se negaba a un ataque de ese tipo y la situación se mantuvo durante la primera fase de la administración Bush, al menos hasta el 11 de septiembre. Las operaciones con el Predator fueron interrumpidas en octubre de 2000 y no se retomaron hasta el comienzo de la guerra contra el terrorismo en Afganistán. Bush. (Ansa)