Año CXXXV
 Nº 49.308
Rosario,
jueves  22 de
noviembre de 2001
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Desarmando la carpa de Don Torcuato

Rodolfo Montes

Con las visitas de último momento de María Julia Alsogaray y Claudia Bello, Carlos Menem pasó sus horas finales en la quinta de Don Torcuato que lo tuvo detenido desde el 7 de junio pasado hasta el martes 20 de noviembre a las seis de la tarde. Las dos mujeres que ocuparon cargos estratégicos en la poderosa maquinaria menemista en los noventa, quisieron estar cerca de "Carlos" en el instante final de abandonar la casa del cautiverio. Sólo el ex presidente, Claudia y María Julia saben todo lo que los une.
Por la mañana había visitado la tumba de su hijo Carlitos y al general Martín Balza en Campo de Mayo, quien espera ser liberado de un momento a otro. La caravana del regreso a la vida civil y política empezó simbólicamente cuando a las 4 de la tarde abandonó para siempre la quinta de su amigo Gostanián. Salió por la puerta central de la casa que da a la ruta 202, dentro del mismo auto oscuro que lo movilizó en las pocas oportunidades que traspuso los límites de la vivienda, en los largos cinco meses de encierro.
Su salida fue acompañada por menos de cien manifestantes, dos bombos y algunas banderitas argentinas de plástico. Algunos apretujones y forcejeos se sucedieron cuando se abrió el portón y apareció Menem, como consecuencia de la vocación de los seguidores por saludarlo. Demasiado poco para el inicio de un regreso, que sí se haría estruendoso en horas de la noche cuando el caudillo de Anillaco se asomó a uno de los balcones de la Gobernación riojana, anunciando la candidatura presidencial para el 2003.

De vuelta a casa
En cinco minutos llegó al aeropuerto de Don Torcuato y un avión perteneciente al Banco de la Provincia de La Rioja, lo esperaba. Lo abordó acompañado por Cecilia Bolocco y su sobrino, el diputado nacional Adrián Menem, quién le dijo a La Capital que su tío "es el único que puede sacar al país de la crisis".
Antes de emprender rumbo a su tierra, en un breve contacto con la prensa, el riojano más famoso señaló que su objetivo es "trabajar para que Argentina vuelva a tener prestigio".
En tanto, el grupo de incondicionales que le hicieron el aguante instalándose con un viejo colectivo convertido en casa rodante junto al portón de ingreso de la quinta durante todos estos meses, desarmaban con paciencia el campamento. Y los vecinos de Don Torcuato sentían que la pesadilla había llegado a su fin.
El barrio volvió a tener su estilo confortable, los intrusos se fueron para siempre.
La caravana de regreso del líder que se obstina por recobrar protagonismo, se puso en marcha en Don Torcuato, con una repercusión popular muy modesta. Pero encontró mejor suerte en su etapa final en La Rioja. Después de todo, lo primero es hacerse fuerte de local, pensó Menem, para luego hacer pie en la provincia de Buenos Aires.
Allí, se sabe, Duhalde y compañía lo esperan para jugarle con los tapones de punta. Pero esa es otra historia. Antes que nada Menem intentará recobrar el gusto que tiene la libertad. La mítica quinta del inefable Armando Gostanián ya pasó a ser historia.


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