Año CXXXV
 Nº 49.308
Rosario,
jueves  22 de
noviembre de 2001
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En libertad. Menem desencadenó una fiesta popular en la capital riojana
Un "animal político" que jugó de local y encendió la pasión
Una larga caravana acompañó al ex presidente hasta la Gobernación. Había llegado el hijo pródigo

Walter Palena

La Rioja (enviado especial).- Llegó Carlos Menem y hubo fiesta en La Rioja. Una caravana de dos kilómetros de largo acompañó a su hijo pródigo desde el aeropuerto local hasta la plaza 25 de Mayo. La alegría en su rostro desde que pisó tierra riojana fue mutando hasta transformarse en pura furia arrolladora, que contagió a los miles de fanáticos que festejaron a rabiar el lanzamiento de su candidatura presidencial en el acto central (ver página 3).
A las 18.45, los alrededores del aeropuerto se transformaron en una marea humana que avanzó alborozada hasta el alambrado. Menem acababa de aterrizar. Junto a él bajó su esposa, Cecilia Bolocco, y juntos se trasladaron hasta un hangar convertido en salón VIP, donde lo esperaban los dirigentes peronistas locales y Oscar Salvi, uno de los abogados defensores.
Subidos a una camioneta adornada con banderas argentinas y de la provincia de La Rioja, Menem, Bolocco, Salvi, Adrián Menem, Víctor Alderete y Angel Maza pusieron proa hasta la ciudad. Delante de la caravana, una desvencijada camioneta roja bramaba por sus parlantes: "Vuelve la esperanza, Menem ya está aquí". Atrás, una interminable fila de vehículos lo secundó hasta la entrada triunfal en la ciudad.
Esa instantánea representó al menemismo en estado puro. Las camionetas 4x4 y los autos último modelo se mezclaban con motocicletas, bicicletas y gente montada a caballo.
Desde temprano, el sol comenzó a pegar fuerte, pero no impidió que los fans se acercaran al aeropuerto. Ataviados con remeras con inscripciones "Menem 2003" o la "Vida por Carlos Menem", la multitud se congregó en la aeroestación esperando la hora bendita. Mientras matizaban la espera, una banda (sin bastonera) comenzó a entonar acordes de tribuna futbolera. "Muchas veces fui preso, muchas veces lloré por vos....". Tampoco faltó el emblemático "Matador", pero esta vez sin la batuta del Tula.
Cerca de las 18 (la hora prevista para su llegada) se escuchó la turbina de un avión y la muchedumbre se abalanzó hasta la cerca, pensado que por fin llegaba su "salvador". Falsa alarma. La nave pasó de largo y la muchedumbre retrocedió. Cuarenta minutos después, Menem, piloteando un avión fletado por la Gobernación riojana, bajó la escalerilla y estalló la pasión.
Hubo gritos y llantos. Pero la gente todavía no podía ver a su líder. Las cámaras de televisión lo rodearon y un cordón de seguridad les tapaba la visión. "Córranse botones, queremos ver al Carlos", vociferaba un hombre al borde el éxtasis, mientras sostenía en sus hombros a un niño que intentaba observar con unos binoculares.
Pero no hubo caso. Entre adulones, periodistas y patovicas les tapaban la visión. La desesperación por ver algo menemista llevó a algunos a llamar a Alderete para que salude. El ex director del Pami cumplió. Con pasos cortitos, blandiendo un bastón y haciendo la "V", Alderete recibió los saludos. Alguien quiso saber qué le había dicho a Menem el día que lo liberaron. Después de la tercera mueca, contestó: "No nos dijimos nada. Solamente nos abrazamos. Entre nosotros hay mucho sentimiento".
A falta de Menem, otro de los más requeridos fue Salvi. "Gracias doctor, gracias por salvarlo", le gritó una mujer. Salvi apenas hizo una seña de aprobación. Fue ahí que los fanáticos comenzaron a cantar consignas contra del juez Jorge Urso y su madre.
Cuando Menem y su comitiva alcanzaron la ruta que los llevaría a la ciudad, desde el interior de la camioneta alguien descorchó champán. Menem y Bolocco brindaron con sus copas en alto. Una vez que ingresaron a la ciudad, bordearon por los barrios periféricos. La gente los saludaba desde la vereda y en cada cuadra, desde algún viejo grabador, fluía la Marcha Peronista. La misma que una y otra vez tronó en la plaza.
El animal político que estuvo encerrado durante 166 días en la quinta de Don Torcuato llegó a su tierra natal mostrando todos sus dientes y dispuesto a dar una batalla con final incierto.


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