Claudio Verón
La noticia me sorprendió mientras estaba en el diario, trabajando. El Gordo Fridman le disparó un balazo al gerente de la Asociación Española de Socorros Mutuos. Imposible, fue lo primero que pensé. ¿Qué llevó a éste hombre a hacer algo así? Un mal día, una bronca o un momento de furia, fueron algunas de las excusas que busqué. Claro que la última respuesta la deberá dar la Justicia. A Eduardo Fridman lo conocí hace unos 25 años, cuando yo era adolescente y él llegaba a casa de mis padres como el médico de la familia. Es un buen médico. Nunca tuvo horarios para ir al domicilio del paciente, que con el correr de los años y la confianza pasaba a convertirse en amigo. El Gordo o el Ruso, como todos lo conocen, es incumplidor en los horarios y frente a su consultorio de la Asociación Española se sumaban los pacientes y los comentarios de ocasión. Un hombre tranquilo, bonachón y que vive de su profesión dignamente. Se recibió de grande y sus estudios los costeó trabajando como camillero en distintos sanatorios. En ese tiempo aprendió a escuchar a sus pacientes y a aconsejarlos en males físicos y del alma. Más de una vez curó un dolor de la vida con una aspirina. Casado, con nietos y poseedor de un pasar normal para un profesional con 35 años de carrera, el Ruso Fridman nunca se desesperó por hacer dinero. Hacía bromas con las empleadas administrativas de la Asociación y de vez en cuando se agarraba una rabieta. Un hombre de otro tiempo, dispuesto a pasar sus últimos años pausadamente. Después de leer la nota de mi compañero de trabajo acerca del episodio que protagonizó el Ruso, de escuchar pormenores de este fatal mediodía en la radio y la TV, todavía me sigo preguntando: ¿Qué llevó a este hombre a hacer algo así?
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