Los hinchas de Central no querían bajarse por nada del mundo del alambrado, después de recibir el agua de los bomberos. El segundo tiempo del clásico rosarino no podía empezar y todavía no habían dejado de tirarse algunos proyectiles de bajo impacto (zapatillas, pedazos de pan, hielo) desde la popular canalla a la platea leprosa de la vieja visera. Mientras, la policía se quedaba dentro de la cancha y pese a que Baldassi daba por fin la orden de iniciar el complemento, seguían ahí como si nada. En medio del pequeño caos, un policía se acercó a un grupo de periodistas que se habían ubicado en un sector libre de las citadas plateas, pegado al alambrado que las separaban de la popular e insólitamente empezó a pedir credenciales, como si estuviera prohibido estar allí. La situación, de Ripley, llegó a su pico límite cuando el oficial interpretó que la credencial de un cronista de Ovacion otorgada por Newell's no era válida, vaya a saber por qué. Según parece, el operativo también contemplaba estas insignificancias.
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