Año CXXXIV
 Nº 49.293
Rosario,
miércoles  14 de
noviembre de 2001
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La trastienda de otra crisis en el gabinete

Zulma Richart

Otra crisis de gabinete, y más costos políticos para el presidente Fernando de la Rúa, quien no termina de descorchar por una gira en Estados Unidos que creyó exitosa cuando una de sus espadas se aleja con un portazo anunciado.
Domingo 28 de octubre. Residencia de Olivos. Poco después de que trascendiera que José Dumón había aceptado el ministerio de Trabajo, Bullrich presentaba -en forma indeclinable- su renuncia. Estaba convencida de que su relevo sería visto como una victoria de sus históricos contrincantes: los sindicalistas.
Un cuadro militante, con la doctrina peronista como libro de consulta, que no le faltó estrategia para mutar en su lucha a cara o cruz con los dirigentes gremiales. Era la Piba, por un lado, y los Gordos, por el otro, a tal punto que de asumir con una CGT enfrentada (entre rebeldes y oficialistas) su recambio se produce tras la unificación de ambas centrales.
Román Albornoz, un hombre de consulta del presidente, fue el que se la presentó a De la Rúa padre e hijo (Antonio). Desde entonces se la identificó como una sushi más.
Su ascenso fue meteórico, con mucho trabajo frente a la inercia de algunos funcionarios. Así llegó a decirle hace pocos días al propio presidente: "Cuidado que lo quieren voltear".
La advertencia apuntaba a sus ex compañeros de ruta, esos mismos con los que podrá estar caminando la misma senda en un futuro: los peronistas y la embestida contra Domingo Cavallo por la falta de resolución de la coparticipación federal y la sensación de una crisis política que parecía irresuelta después del revés electoral del 14 de octubre.
Pero De la Rúa, quien le pidió en nombre de la misma crisis institucional esgrimida por la ex ministra que permaneciera en el gabinete, fue quien en nombre de la austeridad creó una nueva cartera, Seguridad Social, cuyos contenidos se superponían con las de Trabajo y Desarrollo Social.
Inquieta por ser titular de una dependencia sin definiciones, no dudó. Primero revoloteó el avispero: apuntó contra Dumón por derogar la obligatoriedad de la presentación de las declaraciones juradas a los sindicalistas. E hizo lo propio con el titular de Desarrollo Social, Daniel, Sartor, para que le traspasara los planes que manejaba.
"Se pasó de rosca", se escuchó decir en la Casa Rosada. Los tiempos, otra vez y al menos por el momento, parecen jugar en contra de De la Rúa. "Una cosa es que el presidente le pida la renuncia y otra es que ella se la presente... Le ganó de mano", admitió un importante funcionario, amparándose en un estricto off.


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