Jorge Salum
"Dame las llaves de la casa", ordenó el hombre que llevaba un revólver en la mano mientras sostenía de los pelos a su interlocutor, que estaba en el piso de un Ford Falcon. "No te las doy", respondió el otro y en ese momento la tensión de la discusión se tornó insoportable. Cuando alguien quiso separarlos, fue demasiado tarde: el primero apuntó a la cabeza del hombre al que tenía dominado, apretó el gatillo, se alejó corriendo del lugar, subió a un auto que lo esperaba a pocos metros y se esfumó. La víctima murió en el acto. El hecho ocurrió hace algo más de dos años, el 11 de octubre de 1999, en Tafí al 3800, cerca de bulevar Seguí y el acceso sur. Ahora el asesino fue condenado a reclusión perpetua y declarado reincidente por tercera vez. Sólo algún extraño mecanismo procesal podría permitir que vuelva a las calles antes de los próximos 25 años. Le dicen Mosquito pero se llama Pedro Daniel Juárez. Un día después de la Navidad cumplirá 40 años. Primero el juez José María Casas, y ahora la Sala II de la Cámara Penal, dijeron que es el asesino de Carlos Oscar González. Cuando Mosquito lo fusiló, la víctima tenía 37 años, esposa y un hijo de 10 años. González era dueño de una flota de taxis. El último día de su vida regresó a su casa a las 8 de la mañana para entregarle uno de sus vehículos a un peón. Fue allí cuando Mosquito y un cómplice, que supuestamente vendía churros, lo abordaron. El homicida y su acompañante iban armados y sabían lo que buscaban: querían el dinero que González guardaba en su casa después de haber vendido uno de sus taxis. Mosquito subió a punta de pistola a González a la parte trasera del taxi. Allí lo hizo acostarse en el suelo y comenzó a exigirle que le entregara las llaves de la casa. El y su cómplice lo golpearon reiteradamente para conseguir su propósito. El taxista se resistió a los gritos y su mujer, que estaba adentro de la casa con el hijo de la pareja, lo escuchó y se asomó para ver qué ocurría. En ese momento el cómplice de Mosquito -Eduardo David Jurado- se asustó y quiso que se fueran. El otro no le hizo caso, siguió exigiendo lo que quería y terminó disparando a quemarropa a la cabeza de la víctima. Los asaltantes corrieron y se subieron a un Fiat Spazio blanco que los esperaba en la esquina de Tafí y Presidente Quintana. El conductor de este vehículo nunca fue identificado. Pocos días después, la Brigada de Homicidios y la de Investigaciones identificaron a Juárez y Jurado y los arrestaron. El primero fue acusado de tentativa de robo a mano armada y homicidio con alevosía. El otro, en cambio, quedó imputado de tentativa de robo a mano armada y luego fue condenado por el juez Casas a 3 años de prisión en suspenso. Tanto para el juez Casas como para los miembros de la Cámara Penal, se trató de un crimen alevoso. "La víctima no sólo no ofreció ningún tipo de resistencia sino que estaba acostada en el suelo y sin armas", dijo el juez Juvencio Liberal Mestres en el fallo. Y su colega Ramón Ríos agregó: "Ante el fracaso del robo Jurado optó por huir y gritó a Juárez tratando de convencerlo de hacer lo mismo, pero este dio dos o tres pasos hacia atrás y disparó a sangre fría". El tercer miembro de la sala, Humberto Giménez, los avaló y consintió el fallo.
| |