Omar Bravo
Igual que al gobierno, el vértigo de la crisis y viejos asuntos sin resolver tampoco le dan tregua al PJ. Como una paradoja, a dos semanas del triunfo electoral, el PJ debe abordar una agenda cargada de asuntos de difícil resolución con una amenaza de fondo de la que nadie quiere hacerse cargo pero que representa un peligro real: la fractura partidaria. Con un bagaje histórico donde resalta su pragmatismo ante las crisis pero también su verticalismo a la hora de resolverlas, el peronismo deberá hacer frente a lo que viene sin una conducción unificada, con una realidad que lo muestra como una suma de individualidades y una diversidad ideológica y de aspirantes que no promete sino estallidos. La mecha probablemente la haya encendido el viernes el bonaerense Eduardo Duhalde, el gran ganador del 14 de octubre, cuando convocó para el sábado próximo al congreso nacional partidario en el microestadio de Lanús, territorio que le garantiza el legendario Manuel Quindimil, intendente local y a la sazón vicepresidente del PJ bonaerense. El objetivo de superficie es que el partido elija nuevas autoridades en marzo y el de profundidad, que una lista encabezada por Duhalde quite al menemismo la conducción del consejo nacional, y por lo tanto los seguidores del ex presidente Carlos Menem se encuentran en operaciones para oponerse a la convocatoria y evitar su desalojo del poder. Pero quedan otros temas candentes que el partido sigue sin abordar, por ejemplo, cuál será el final del dramático tironeo por la coparticipación federal entre los 14 gobernadores -el poder real del peronismo- y el gobierno nacional, ahora momentáneamente envalentonado por el primer efecto del lanzamiento del último paquete de medidas. Mientras, brillan por su ausencia en el PJ la toma de decisiones estratégicas clave, a saber: qué política llevará adelante si es que está dispuesto a sostener la gobernabilidad y a Fernando de la Rúa hasta el 2003; o qué hará si el plan económico fracasa y el presidente debe dejar el poder en forma anticipada; o si es conveniente tomar la presidencia provisional del Senado para uno de sus hombres, previsiblemente el misionero Ramón Puerta. Aún suponiendo que Duhalde pueda imponer el sábado su criterio con el peso de los congresales bonaerenses más los que prometen aportar Entre Ríos, Mendoza, San Juan, y Chaco, entre otros distritos, el PJ empezaría a resolver sólo el problema referido a sus autoridades, restándole otros tan importantes para el futuro como son la propuesta y, más tarde, los candidatos para el 2003. En las últimas horas Duhalde no quiso responder estos interrogantes aunque previamente se había comprometido con La Capital. Se podría haber sabido si es cierto que tanto Carlos Reutemann como Jose Manuel de la Sota no respondieron sus llamados del viernes o que los mandatarios del Frente Federal Solidario (las provincias chicas) le achacan una especie de Pacto de Olivos II con el ex presidente Raúl Alfonsín, donde lo que se sabe es que Duhalde apoyaría las medidas económicas del gobierno, y lo que no sabe es a cambio de qué. Varios observadores creen que el PJ debe llegar al 10 de diciembre con todos estos frentes despejados, lo que no parece fácil. Caso contrario dicen, tres grandes corrientes empezarán a delinearse con un horizonte probablemente rupturista. Uno "neoliberal", encabezado por De la Sota y el menemismo, otro en las antípodas liderado por el santacruceño Néstor Kirchner, la izquierda peronista con vocación frentista y, el tercero, irónicamente llamado por los más jóvenes bonaerenses como "Nac & Pop", en referencia a su contenido nacional y popular, hegemonizado por Duhalde y los sindicatos peronistas.
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