La Argentina siempre fue una tierra bendita para los que la adoptaron como suelo propio. Los motivos por los que muchos prefirieron hacer pie en estas tierras son muy variados. Corrían las últimas décadas del siglo XIX cuando centenares de colonos galeses, por ejemplo, sintieron comprometido su patrimonio cultural frente a la expansión inglesa y eligieron a la Patagonia argentina para establecerse y practicar libremente sus creencias y costumbres.
Claro que nada les resultó fácil. Tuvieron que enfrentar una infinidad de inconvenientes, desde las inclemencias del clima hasta la dureza del suelo, pero eso no los amedrentó, de hecho el acervo cultural y las tradiciones de este pueblo se conservan hasta hoy y trascienden los límites de la zona de Trelew. De hecho cuando uno llega puede participar de la historia de la región desde sus diferentes manifestaciones.
El punto clave para remontarse en el tiempo está en el Museo Regional Pueblo de Luis donde se encuentran en perfecto estado de conservación diferentes materiales referentes a la colonización galesa como también documentos y objetos de los indios tehuelches, los primeros habitantes de la zona. El lugar donde funciona el museo corresponde a la Estación Trelew del Ferrocarril Central Chubut que fue construida en 1889.
Desde este lugar el tren transportó hasta Puerto Madryn la producción del valle, que era principalmente trigo y mercaderías como lanas, cueros, plumas y leña, que a su vez eran transportadas desde el interior del territorio a través de carretas. Esta estación funcionó hasta 1961, año en que el gobierno nacional cerró el servicio y si bien sufrió algunas modificaciones conserva las características constructivas originales.
En 1969, la vieja estación fue condecorada como Monumento Histórico Nacional. Muy cerca de este museo hay otro, el Paleontológico Egidio Feruglio que ostenta ser una de las instituciones científico-museísticas más importantes de la Argentina y ampliamente reconocida a nivel mundial.
Guías especializados difunden los conocimientos científicos que están propuestos a través de un viaje que recorre la historia natural del planeta destacando la sorprendente presencia de los dinosaurios, muchos de ellos reproducidos a tamaño natural.
A unos pocos metros de los museos, el Hotel Touring Club muestra el resplandor de otra época. Construido con materiales, mayólicas, espejos y granitos traídos especialmente de Europa fue, gracias a su nivel técnico y equipamiento, un establecimiento de avanzada, un representante tardío de la belle epoque. En su momento de esplendor fue el hotel más importante de la Patagonia.
En la recorrida por la ciudad no se puede obviar la sucursal del Banco Nación Argentina. Si bien repite la tipología edilicia de otras sucursales, la de Trelew tuvo que incorporar una torre al proyecto inicial para que en esta se instalara un reloj que había sido adquirido mediante un colecta pública. En principio ese reloj sería para el Palacio Municipal pero "por falta de dinero para terminar su emplazamiento" o "por un defecto en la construcción", según dos dichos que ya corren como historias paralelas, el reloj fue puesto en la sucursal del Banco.
Otro típico lugar en Trelew es la Capilla Tabernaci. Es el edificio más viejo del casco antiguo de la ciudad. Pertenece a la Congregación Protestante Metodista Calvinista y fue construido entre 1888 y el primer semestre de 1889 por empleados y con materiales del ferrocarril en un terreno donado por esta compañía.
En el centro de Trelew se encuentra la plaza Independencia, que tiene su propia historia. Primero fue un lugar de pastoreo para los caballos de los ferroviarios y los de la comisaría (para ello habían sembrado alfalfa), después se usó para jugar al fútbol hasta que las autoridades decidieron forestarlo y convertirlo definitivamente en una plaza pública.
En la mitad de la plaza está el kiosco del Centenario, una especie de símbolo de la ciudad. Desde su inauguración en 1910 se constituyó en uno de los centros de reunión de la comunidad. Cuando se decidió el destino final de esta plaza ya se habían erigido en su entorno el Distrito Militar, la capilla católica, y el colegio salesiano, por ejemplo, que junto a otras construcciones del lugar conforman un sitio histórico de gran significado para los habitantes de esta parte del país.
La ciudad de Trelew sirve también de conexión hacia los puntos más atractivos de la zona, como la Península de Valdés, Punta Tombo, Puerto Madryn, Puerto Pirámide o Gaiman, sólo por citar algunos ejemplos.
A 107 kilómetros de Trelew se encuentra Punta Tombo, donde la mayoría de los habitantes recibe al turista de rigurosa etiqueta. Es una reserva faunística donde se encuentra la colonia de pingüinos de Magallanes más grande de la Patagonia. El contacto con los animales es directo por lo que se tiene la sensación de estar en un mundo diferente.
Otra actividad para conocer la fauna local es el avistaje de ballenas. La ballena franca austral puede verse en la costa de Península de Valdés entre mayo y diciembre, pero resulta mucho más emocionante navegar en una excursión desde Puerto Pirámides para ver los majestuosos saltos de estas criaturas de 30 toneladas que despiertan admiración y respeto.
Tradicionalmente Gaiman
Como sacado de una película, Gaiman despierta otros sentidos. Cada una de sus pintorescas callecitas tienen un encanto casi mágico, por lo que resulta imposible resistir la tentación de sentarse en un salón de estilo y disfrutar con el tradicional té galés. En poco lugares la tradición y la cultura (en este caso de los galeses) se respetan a rajatabla. Esto, sumado a la arquitectura de la zona cuyas casas mezclan ladrillos y piedras, hacen de este lugar un sitio distinto.
En Gaiman la gente del lugar permitirá entrar en su mundo y así compartir sus costumbres. No obstante, el punto culminante de la visita a este poblado (a tan sólo 18 kilómetros de Trelew) es cuando se puede disfrutar de un exquisito té galés, un verdadero regalo para el paladar. Pero el té no viene solo sino acompañado por las tradicionales tortas galesas y por platos con pan, quesos y manteca salada de fabricación casera.
Muchos de estos lugares son ya clásicos. Los salones de té del centro son aprovechados para mostrar piezas históricas de la época de la colonización. Sin embargo, el más renombrado de todos se encuentra en las afueras de Gaiman. Rodeado de un paisaje singular, muy bien cuidado hasta el último detalle, se encuentra la casa de té donde Lady Dy estuvo cuando visitó la Patagonia. Un motivo más de orgullo para el local y de curiosidad para el visitante.