Argentino se fue de pista en Floresta. Había elaborado un camino de triunfos en las últimas dos fechas, que pareció sostenerse ayer durante la primera media hora de partido. Pero se durmió, All Boys le empató en su primera llegada y después fue todo un desacierto que desembocó en derrota. A los 4 y a los 13 minutos el salaíto ya había generado dos situaciones claras de gol. Un cabezazo de Corman que rebotó en el palo y un mano a mano de Akerman, que el delantero desperdició tirándola afuera. Hacia los 20' Argentino era claramente el mejor de los dos, jugaba al fútbol porque "los rosarinos jugaron al fútbol toda la vida", dijo un plateísta, asumiendo la inferioridad del albo de Floresta. El gol llegó a los 26, cuando Giuliani paró un córner que le llegó al rastrón en el borde del área, se acomodó y liquidó de zurda contra un palo. All Boys marcó mal, es cierto, pero a esa altura del partido el 1 a 0 era la perfecta expresión del trámite. En el local -hasta entonces no se le había caído una sola idea-, el chico Alejandro Orsi descubrió que tirándose por izquierda tenía chances. Y lo hizo. Y así llegó la primera jugada de All Boys en la tarde, que Solchaga transformó en empate después de recoger una pelota que rebotó en el palo derecho de Del Vecchio. Era el mejor momento salaíto, pero, paradojas del fútbol, el instante en el que empezó a perder el partido. En el segundo tiempo, Argentino siguió llegando más. Primero Giuliani, en una jugada calcada a la del gol, y después Sampaoli y Akerman se perdieron el segundo. La fatalidad empezaba a asomarse, el albo ya no honraba la tradición centenaria de buen fútbol rosarino. Erraba demasiados goles y sufría su propia impotencia. El local, con muchos menos recursos, estuvo más despierto y empezó a aprovechar la grieta. Llegó el 2-1 por intermedio de Martínez, luego de una jugada con pelota detenida y con veinte jugadores en el área rosarina. Del Vecchio hizo su aporte para que esa pelota se transformara en el segundo gol de All Boys. La profecía de fracasos para aquellos que se duermen cuando hay que estar con los ojos bien abiertos empezaba a cumplirse. Después hubo un último tramo del partido, emocionante, golpe por golpe. Si bien pudo y debió ser empate, el golpe lo terminó dando otra vez Solchaga. 3 a 1 y final. "¿Cuánto hacía que no metíamos tres goles?", se preguntó en voz alta un plateísta local". "Ya ni me acuerdo", se respondió a sí mismo.
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