Sobreponiéndose a un golpe durísimo como fue la derrota ante Córdoba, dando vuelta un marcador adverso en un terreno terriblemente difícil y con una pelota ingobernable por la lluvia constante, ante un rival como Tucumán que también venía herido por su caída ante Buenos Aires, Rosario consiguió el tercer lugar en el 57ª Campeonato Argentino.
Y pudo hacerlo porque mostró madurez en el temperamento, no se desesperó y pegó las estocadas en los momentos justos. Ayer Rosario fue un conjunto de gladiadores que con una gran dosis de amor propio lograron lo que para muchos parecía imposible. La victoria por 30 a 28 llegó recién sobre el final, pero fue el justo premio por lo expuesto a lo largo de los ochenta minutos.
El inicio no fue para nada alentador y los primeros veinte minutos fueron verdaderamente difíciles para las huestes rosarinas, que no lograron entrar en sintonía y sufrieron dos cachetazos terribles en el primer cuarto de hora con los tries de Belloto y Pfister. Tucumán hizo prevalecer en ese período la diferencia física entre pack y pack, utilizando muy bien el maul y a sabiendas de que ese era uno de los puntos más flojos del conjunto rosarino.
Durante los primeros 15', los naranjas se apoderaron de la pelota, tuvieron dominio territorial y con un trabajo destacable de la tercera línea acorralaron a Rosario contra su última línea, prefiriendo martillar con el juego corto. En esos pasajes el conjunto norteño sorprendió jugando con los backs, utilizando la velocidad del Negro Gravano, de García Hamilton o del siempre peligroso Martín Pfister.
La reacción del Ñandú
Después del cuarto de hora y con un 15 a 0 en contra que parecía lapidario, Rosario reaccionó. A los 18' Alejo Fradua nadó en el ingoal y abrió la puerta de la esperanza. Faltaba mucho y nada estaba perdido. Un intercambio de penales entre los aperturas dio la señal de que algo estaba cambiando. Rosario empezó con mucha actitud a equilibrar la balanza y pronto se dio cuenta de que podía. Los forwards hicieron un trabajo fenomenal aguantando un pack más pesado y procurando darle pelotas claras a sus backs para que estos pudieran marcar la diferencia. Pero también en el afán de jugar cometió errores y los terminó pagando caro.
Con el complemento vinieron los relevos y el recambio de aire en los delanteros rosarinos. La actitud del conjunto de Imhoff, Minoldo y Blanco fue creciendo y en los cuarenta minutos finales terminó de mostrar lo que había insinuado después de los primeros 20'. Se fue adueñando de la pelota y de las situaciones. Así llegó el try de Hugo Céspedes, quien apoyó bajo los palos y Rosario se puso a tiro. Sólo una diferencia de tres separaba a tucumanos de rosarinos. En cualquier momento podía dar vuelta la historia pero algunos fallos muy discutidos hicieron que los intentos rosarinos cayeran en saco roto. Tucumán aprovechó la volteada y volvió a herir pero Rosario, lejos de apichonarse, se hizo más fuerte y no perdió la calma.
Intenso final
Pasada la media hora de juego, el Vasquito Irurueta llegó al try -había ingresado 3 minutos antes- y la etapa de definición del partido se puso al rojo vivo. El final fue apoteótico porque Rosario apretó el acelerador y tuvo su merecido premio. Dippe terminó en el ingoal y el marcador acusó una igualdad (28-28) que no era real porque Rosario había hecho más. Restaba aún la conversión del Darda que había fallado en algunos penales y en dos de las conversiones, pero esa no la erró y sentenció la victoria. El pitazo final desató una euforia contenida. El barro, el agua y hasta el árbitro pasaron entonces a engrosar el anecdotario.