U. G. Mauro
"De la única forma que se revierte el analfabetismo funcional de una juventud que no comprende lo que lee y no sabe escribir lo que piensa es usando los medios de comunicación, pero mientras el estímulo que ofrecen los medios como la televisión sea un grupo de energúmenos tirados en sillones o en camas viendo cuántos matices se le pueden dar a la palabra boludo, de ahí seguramente no sale el despertar de la inquietud por el conocimiento". Así opinó sobre los usos de la televisión, su madre fundadora, Lidia Satragno, la popular Pinky. La conductora de "Pinky y la conversación" enciende un cigarrillo tras otro durante la charla que sostuvo con Escenario. En ella se despachó con recuerdos de una carrera en la que mostró ser una verdadera todo terreno que además se muestra altamente politizada. -Ya que no hay área de los medios en la que no haya incursionado ¿cómo se la puede definir? -Mire, puedo definirme diciendo que mi profesión es ser Pinky. Cuando viajaba al Uruguay hace algunos años, porque tenía un programa de larga duración en la TV de allí, al llenar el espacio correspondiente a la profesión en la ficha inmigratoria que debía llenar, cada vez ponía una cosa distinta; locutora, productora, actriz... hasta que un día empecé a poner Pinky y nunca me dijeron nada. -¿Como se inició en el periodismo? -Empecé en Clarín en 1958, pero además hice producción radial y de TV. Después volví a la gráfica en el diario El Mundo, escribí en Gente y en otras revistas que desaparecieron, trabajé para la agencia EFE haciendo periodismo deportivo... hice de todas las clases de periodismo posibles; escrito, de agencia, de radio y de TV, pero donde siempre me sentí más cómoda fue en la radio, que para mí guardaba y guarda la magia con la que la veía en la infancia de mi pueblo donde era el único nexo que teníamos con el mundo. -¿Esa preferencia no se contradice con el personaje de pionera de la TV? -No. Piense que cuando me convocan para la televisión, yo era un ratón de biblioteca que estudiaba ciencias económicas y tenía dos trabajos para poder estudiar. No tenía ni preparación ni había pensado en ser artista, así que tuve que aprenderlo todo, porque soy una perfeccionista asquerosa (risas). -¿Cómo asume el procerato que le ha tocado? -(Risas) Por lo pronto, trato de no creérmelo. Hay mucha gente que me llama "señora televisión" y cosas así, muy cálidas y muy gratificantes, pero debe quedar en claro que yo hice todos los esfuerzos para que así sucediera y que a veces uno hace el esfuerzo y no resulta... -¿Es verdad que usted es la poseedora de cierto record en materia de televisión? -¿Sabe que sí? He trabajado durante 45 años en los medios y hay un record que nadie podrá jamás alcanzar; soy la única persona en el mundo que tiene más de 30.000 horas de televisión. Unicamente se pueden haber acumulado tantas horas durante aquellos primeros cinco años, en que la televisión era en vivo y en directo porque no existía el video tape y había que hacer de todo. Además, hay tantísimos programas en los que trabajé aquí y fuera del país que se fueron sumando las horas. Hoy nadie tiene esa oportunidad ya que nadie puede hacer casi 30 avisos en vivo por día. -En este tema, prefiere el presente o se queda con los recuerdos? -No es verdad que todo tiempo pasado fue mejor, pero lo que me duele de la televisión presente es la falta de responsabilidad de las emisoras con lo que ponen en pantalla. -¿Se refiere a la calidad? -Más bien a los contenidos. La televisión es un medio formidable y el que maneja ese medio tiene que ir no sólo a la búsqueda del rating con cosas como las que se hacen actualmente, por las que por un punto más son capaces de las mayores atrocidades. Me parece tan peligroso... -¿Peligroso en qué sentido? -En este momento, según cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Argentina tiene 1.200.000 analfabetos funcionales, algo aterrador porque siempre existió la idea de que aquí no había analfabetos. Pero lo que más me preocupa son esas evaluaciones según las cuales hay una gran cantidad de estudiantes salidos de la secundaria que no comprenden lo que leen y que son incapaces de escribir lo que piensan. Ese analfabetismo funcional me desespera; me da vueltas en la cabeza y pienso que de la única forma que se revierte es usando los medios de comunicación, pero mientras el estímulo de los medios consista en mostrar a un grupo de energúmenos tirados en sillones o en cama viendo cuántos matices se le puede dar a la palabra boludo, de ahí no sale el despertar en los jóvenes la inquietud por el conocimiento. -¿Usted cree que la culpa la tiene el reemplazo de la cultura del libro por la cultura de la imagen? -Esa teoría no es verdad. Ambas formas son complementarias, pero para eso esa complementaridad tiene que ser explotada al máximo. La televisión tiene una premisa que no puede dejar de cumplir, que es la de entretener. -Nunca estuvo claro qué definición de cultura se utiliza en los medios y ademas eso parece chocar con la noción de entretenimiento... -La cultura del pueblo es tan "culta" como la ópera; lo que molesta es por ejemplo la masificación, lo prefabricado. En el aspecto de la música, ¿esto de la cumbia villera es música? ¡Eso es basura! Basura hecha por un grupo de productores que agarran a un grupo de chicos que salen más o menos bien en las fotos y hacen playback -ya que cantan otros por ellos- y escriben porquerías con un ruido imposible atrás. -¿No hay prejuicios en esto? -No. La música cuartetera es parte de la cultura del pueblo y tiene señores como la Mona Jiménez o como Rodrigo, quien tenía músicos excelentes en lo suyo. La gente no sabe que el éxito de Rodrigo residió en sus arreglos, que no deformaban la esencia del género. Respetando esas raíces él le ponía algo más y ese agregado es hacer arte. Que a uno no le guste, es otra cosa, pero es música, no esa basura... -Para contrarrestar los efectos de esa banalización ¿se debe apelar a políticas culturales o dejar que todo se decante solo? -Lo primero que hay que hacer es tomar conciencia, pero conciencia colectiva. Cuando los poderes mundiales serios evalúan a un país, lo hacen a través de sumar sus recursos naturales pero también por su capital social, que se mide por el grado de salud, de conocimientos y de capacidad para trabajar en equipo. Si el país no tiene destino, parte de la responsabilidad es de los medios.
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