Año CXXXIV
 Nº 49.276
Rosario,
lunes  22 de
octubre de 2001
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Campo en crisis. Los números no cierran para pequeños y medianos chacareros
El agua no es la única amenaza para los colonos del departamento General López
Un trabajo de Federación Agraria analiza las pérdidas de productores que ni siquiera tienen las tierras inundadas

Carlos Walter Barbarich

Venado Tuerto. - No sólo el agua es una amenaza devastadora para la actividad agropecuaria en el sur provincial. Los malos precios, sumados al ya crónico endeudamiento de la mayoría de los pequeños y medianos productores, los pone al borde de la desaparición, si bien se trata de campos que, más allá de su cercanía con la cuenca de la laguna La Picasa, tal vez nunca se inunden. Un estudio realizado por la delegación Chovet de la Federación Agraria Argentina demostró que el colono medio de la zona puede llegar a perder cerca de 3.500 pesos al año. El informe resalta que los chacareros apenas pueden subsistir, pese a que obtienen buenos rindes con las cosechas.
El análisis fue realizado por Aldo Viscovich, representante de FAA en Chovet, y se refiere a los ingresos y egresos que realizan los productores agropecuarios desde la siembra hasta la cosecha. El patrón de medida, 200 hectáreas, surge del promedio general que trabajan los chacareros de la región; el grueso de los colonos es propietario de unas 70 hectáreas y suelen arrendar el resto a terceros.
Los ingresos brutos que perciben los colonos al año están en el orden de los 19 mil pesos por el laboreo de sus 70 hectáreas, y casi 9.500 de ganancia por los campos arrendados. Por todo concepto, el margen bruto de actividades supera apenas los 28 mil pesos al año, de los que hay que descontar los gastos ocasionados para mantener las estructura productiva. Entre estos están los de movilidad (combustible, lubricante, neumáticos), energía eléctrica, teléfono, impuestos y personal temporario o de cosecha. Sin tomar en cuenta créditos contraídos para la siembra, todo esto puede alcanzar a más de la mitad de las ganancias.
Los gastos necesarios para producir en 200 hectáreas pueden superar los 16.000 pesos. "Esto explica, en cierta manera, por qué desaparecen cada vez más pequeños y medianos productores", consideró Viscovich.

Cálculos
Estos cálculos están realizados sobre patrones de muy buenos rendimientos de cosechas. Por ejemplo, el rinde maíz de 70 quintales la hectárea, el trigo en alrededor de 30, al igual que la soja de primera.
Cuando se efectuó este trabajo la base de precios de los comodities agropecuarios estaban en el orden de los 80 pesos por tonelada de maíz, 120 de trigo y 160 de soja. La actualidad indica que los precios aún se mantienen, más o menos, en esos niveles, salvo en el caso del trigo que está por debajo de los 120 pesos.
La relación entre ingresos y gastos arroja, en principio, un remanente positivo de 12 mil pesos. Sin embargo a ello hay que descontarle otros gastos: la mayoría de los productores, según consta en el informe de FAA, saca créditos para la siembra e incluso para la subsistencia cotidiana, ya que los ingresos sólo se producen una vez al año.
Es decir que a la ganancia original -un promedio de 12 mil pesos- hay que restarle los intereses del crédito -en general unos 3.600 pesos sobre 20 mil de capital-. Y no hay que olvidar el devengamiento de otros 6.000 pesos por amortización de capital, lo que determina un exiguo margen de ganancias anuales: no más de 2.500 pesos.
Si cada productor retirara apenas 500 pesos por mes para subsistir con su familia, a lo largo del año serían 6.000 pesos para restar a la ganancia. El saldo es lapidario: trabajando bien, un pequeño o mediano productor de esta zona, que supo albergar los mejores campos del país, pierde 3.500 pesos anuales.
El panorama es más triste cuando se piensa en que hubo un tiempo en que la hectárea llegó a valer 5.000 pesos. Con este dato, asusta pensar que un año de trabajo de un campo de 350 mil pesos pueda dar pérdida. Las perspectivas que arrojan estos cálculos hablan de grandes pérdidas a mediano plazo: esto implica peones desocupados y campos malvendidos. Paralelamente, sucumben los mercados internos de las localidades que dependen del agro.



Los productores del sur no pueden obtener ganancias.
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