El hombre carga sobre sus espaldas los mejores años del básquetbol venadense. Fue el símbolo del Olimpia ganador e invulnerable. Su temperamento, sus volcadas, su lucha dentro del perímetro lo catapultaron en uno de los jugadores más queridos por la ciudad. Y más teniendo en cuenta que después de los títulos conseguidos decidió echar raíces en Venado. Sebastián Uranga es un órgano vivo de un club que transita al borde de la muerte. Por eso se convierte en un referente a la hora de hablar sobre la situación que atraviesa la institución. Más teniendo en cuenta que durante tres meses (de enero a enero de 2001) cumplió la función de manager deportivo. Cargo que abandonó por discrepancias con uno de los integrantes del órgano fiduciario (ver aparte).
"El de Olimpia es un tema larguísimo para sentarse en una mesa y estar hablando horas. En un análisis superficial, te puedo decir que Olimpia gracias a que estaba Cataldi (Roberto) y al Banco BID había armado una estructura deportiva -con un sponsor muy fuerte que era el banco- y todo estaba muy bien. Y gracias a esa estructura, y a pesar de que el banco cerró en Pascuas del 95, logró salir campeón de todo en el 96", comenzó el diálogo Uranga.
-¿Después de eso todo se empezó a desmoronar?
-A partir de ahí arranca una serie de malas cuestiones administrativas, que después la Justicia determinará si hubo dolo o no, porque más allá de que sepa muchas cosas, eso no puedo decirlo yo. Sé que hubo cosas muy extrañas. Y sobre todo en el proceso de 1997 en adelante.
-¿Qué cosas hubo?
-Creo que el club llega a un proceso en que se mete adentro del cajón del muerto. Y eso es fines del 98 y principios del 99 cuando suceden dos cosas determinantes: una es la famosa tómbola que nunca se cumplió y ni siquiera tuvo autorización legal. Y la otra es que para la misma época el club se presentó en convocatoria de acreedores.
-¿Por qué decís que esos dos puntos son fundamentales en la vida institucional del club?
-Porque para mí un club vende ilusiones, más allá de las actividades que ofrece. Un club, más en el caso de Olimpia con su básquet, vende la ilusión a la gente de que la va a pasar bien durante un momento. Entonces cuando se llega a esto, como el tema de la convocatoria, se rompe con todo. El ideólogo de la convocatoria fue un abogado de un estudio de la ciudad. Así, como típicos abogados acostumbrados a trabajar con empresas, deciden hacer esta convocatoria y darle la espalda a la gente. Fue como decir "me cago en todo".
-Y para vos con eso la gente perdió la ilusión.
-Claro, la gente pierde la ilusión. Porque a pesar de que la anterior conducción logró combinar la peor cuestión deportiva y económica de la historia del básquet argentino, después nos encontramos con un abogado que idea la convocatoria y le da la espalda a la gente. Después se amparan en la ley de fideicomiso y forman el triunvirato. Entonces está todo dado para que el pueblo sigue perdiendo la ilusión y no apoye.
-¿Pero cuál era la solución?
-Acá cuando se cerró el banco se debió hacer una convocatoria llamando a la gente para que participe y diciendo las cosas como eran. Así la gente hubiera apoyado mucho y el club estaría en otra situación. Pero a los directivos les importó un carajo la gente del club, y eso más la mala administración y el hecho de que eran espantosamente horrendos armando equipos, fue una combinación explosiva. Por eso hay que entender de que en esto no hay piso. Siempre podés caer más.
-¿Cómo sale Olimpia de esto?
-Acá hay algo importante y es que los clubes tienen sangre y mientras no se diga exactamente quiénes son los culpables de esta situación no se va a empezar a solucionar nada. Acá hay mucha gente que quiere trabajar por Olimpia, pero esto tiene que estar liderado por personas. La otra posibilidad es la de un gerenciamiento por alguien que quiera al club. De otra forma es muy difícil que la situación mejore. El resto era prolongar la agonía. En los últimos cuatro años, lo que pasó es que la gente que manejó el club no tenía el más mínimo sentimiento por éste.
"Me sentí muy usado"
-¿Por qué decidiste ingresar como manager al club? \-En noviembre vino a mi casa el trinomio a decirme que me sume. Y yo le puse un par de condiciones básicas porque tenía muchas ganas de darle una mano al club. Yo lo conocía a Manzini, a Berra no pero me daba la sensación de que quería hacer bien las cosas, y de Caviasso tenía malas referencias. Mis condiciones fueron que me tenían que demostrar que estaban despegados de lo que había pasado antes y me dijeron que lo iban a hacer. Y la segunda era que cumplieran la ley, nombraran una comisión de apoyo para darle credibilidad al movimiento y así ellos se dedicaran a investigar lo anterior.
-Pero al poco tiempo decidiste irte.
-Pasan dos meses, amagan con cerrar el club en una movida poco clara, hasta que llega fines de enero cuando se consigue gente viable. Entonces me sumo. Pero a la semana me doy cuenta de que Caviasso pateaba en contra.
-¿A que te referís? \-Es que directamente no participaba. No hacía nada. Cuando se largó ese boleto de 100 x 100 (para recaudar fondos) todos vendieron muchos, y el no vendió nada, ni siquiera compró uno. Eso es sólo un ejemplo. Nunca apareció y uno se enteraba de que festejaba cuando el equipo perdía.
-¿Y eso eso motivó tu ida? \-Además cuando me sume, fue con la idea de participar, pero nunca me dieron ese espacio. Por eso apenas terminó la temporada le dije que si querían que siguiera se tenía que ir Caviasso, porque más allá de la profundas diferencias en lo profesional, había grandes diferencias personales, porque él representa lo peor que me pasó en mi vida deportiva, que fue integrar la anterior conducción. Entonces ahí es cuando me abro. Porque no tuvieron en cuenta mi pedido y ni siquiera me llamaron para decirme al menos un gracias. Durante cuatro meses me sentí forreado y usado.